EL VOTO NO ES UN ARMA, ES UNA CONDENA 
De nuevo, se acerca otra cita electoral: 
las elecciones generales. El circo, el markentig del Poder y el 
esperpento democrático volverán a alcanzar sus cotas más elevadas. El 
bombardeo de los mitos que tratan de justificar la democracia se 
intensifica: lxs ciudadanxs pueden volver a participar en los órganos de
 decisión, podemos cambiar las cosas a través de nuestro voto, la 
papeleta que elijamos podrá mejorar nuestro futuro... Lo malo de estas 
afirmaciones es que son falsas. Son grandes mentiras para ocultar la 
realidad, para construir una burbuja alrededor de la persona. ¿Y cuál es
 la realidad? Basta mirar a cualquier lado para verla: guerras 
incesantes por intereses económicos, destrucción continua de los 
ecosistemas en favor de un desarrollo desenfrenado, heteropatriarcado, 
racismo y xenofobia, adoctrinamiento a través de las escuelas y los 
mass-media, sobreproducción, consumismo, trabajo asalariado, horarios, 
paro, rutina, alienación, depresión, cárceles… En resumen, el 
capitalismo en todas sus diferentes formas, desde la más atroz y 
evidente hasta la más moderna y discreta. 
Vamos a ser realistas, nada cambiará nunca
 a través del voto, porque es la propia Democracia la cual sustenta al 
capitalismo, la Democracia es en sí mismo el sistema que es necesario 
eliminar, al igual que cualquier otro que se fundamente en la Autoridad y
 la explotación. El voto tan sólo es el señuelo. 
Democracia, o el perfeccionamiento del dominio 
La Democracia aparece como un modo de 
dominación mucho más perfecto que los anteriores: se autojustifica a 
través del refrendo del “pueblo”. Pero para mantenerse en el poder 
usando el método de la “legitimidad popular”, se requiere alienar y 
enajenar completamente a la población. Es ahí donde el capitalismo hace 
un papel perfecto: convierte en mercancía toda parcela, todo ámbito, 
todo objeto, todo individuo y lo hace circular para terminar 
enriqueciendo a la minoría propietaria; nos hace esclavos del dinero y 
de la necesidad de éste; conquista y expolia territorios y comunidades 
para aumentar los privilegios de la minoría dominante. La clase 
trabajadora, falta de recursos, se ve obligada a vender su fuerza física
 y/o psíquica (su trabajo) a la clase dirigente para poder comprar estos
 aspectos de la vida cotidiana que le han sido robados. Aparte, los 
mass-media, supuestos representantes de la opinión pública, guían a la 
clase trabajadora según los intereses de la clase dirigente, y lxs hacen
 querer consumir cosas que no necesitan, lxs apaciguan, lxs hacen 
criminalizar cualquier intento de cambio real del sistema, y lxs hacen 
delegar. 
Y aquí es donde entra la Democracia. 
Porque es realmente necesario para el capitalismo que lxs trabajadorxs 
entreguen su ser, sus capacidades, en el voto. El sufragio universal se 
erige como elemento legitimador del Sistema impuesto; si el voto 
representa una decisión libre, ¿quién podría osar cuestionar e incluso 
atacar esa “decisión” o el Sistema que la alienta y le da sustento? Sin 
embargo, nosotrxs, en tanto que anarquistas, nos oponemos a cualquier 
tipo de autoridad, nos enfrentamos a cualquier tipo de Sistema en el que
 una minoría ostente el poder y por lo tanto lo ejerza contra la mayoría
 desposeída, combatimos cualquier tipo de organización vertical y 
jerarquizada de la vida, aunque ésta quiera autojustificarse en un 
supuesto consenso social o en un refrendo electoral. La dominación y la 
explotación jamás puede ser justificada y aceptada, nada la puede 
legitimar. La Democracia, en definitiva, es sencillamente una forma 
concreta de gestionar el poder; una forma perfeccionada de ejercer la 
dominación puesto que, como decimos, su justificación explícita ya no se
 encuentra en la fuerza, el designio divino o la violencia (que también)
 sino en la aceptación de la mayoría social. 
Por lo tanto, nos oponemos a la 
democracia, y a cualquier sistema de poder y gobierno, y es por ello que
 nos negamos a ser partícipes del circo electoral que alimenta la 
legitimidad del Sistema que sufrimos y padecemos. Entendemos que acudir a
 votar evidentemente no va a suponer ningún cambio real a mejor en 
nuestras vidas, y tan sólo se traduce en asumir la lógica de delegación,
 representatividad y pasividad en la que se nos adoctrina desde que 
nacemos, y por otro parte, contribuye a la mistificación y legitimación 
del sistema que nos mantiene en la miseria y la desposesión.
Partidos viejos, partidos nuevos. Misma opresión. 
Las pasadas elecciones municipales y 
autonómicas se tradujeron finalmente, en algunos ayuntamientos y 
alcaldías, en un cambio de butacas, ahora ocupadas por aquellxs que se 
presentan como los regeneradores de la democracia, véase: Podemos, 
Mareas, diferentes marcas blancas de lo mismo, o directamente el PSOE de
 siempre aupado por los partidos “nuevos”. Ahora, aquellxs que hicieron 
carambolas con el marketing político y desplegaron todo un discurso 
aparentemente renovador e incluso radical o revolucionario, han logrado 
su ansiado objetivo: ocupar las instituciones de gobierno, dirigirlas y 
gestionarlas. Como anarquistas, siempre hemos señalado que da igual bajo
 qué discurso o apariencia estética se revistan el Estado y sus 
diferentes ramificaciones, puesto que únicamente pueden ser, y siempre 
han sido y serán, instrumentos e instituciones de dominación, expolio y 
represión contra la amplia mayoría, desposeída y relegada a la pasividad
 y al yugo del trabajo asalariado. Podemos, Ahora Madrid, Barcelona en 
Comú, Cádiz Sí se puede, etcétera…, hoy son estos partidos y quienes los
 conforman, los nuevos agentes que se suman a la caterva de miserables 
que se creen con la potestad y la legitimidad de administrar la vida de 
lxs demás. Es por ello que, al igual que cualquier otro partido político
 clásico (PP, PSOE, IU…), tan sólo se merecen nuestro rechazo y nuestro 
desprecio. 
Por otro lado, es necesario señalar la 
labor que han llevado a cabo estos diferentes partidos políticos nuevos:
 devolver a gran parte de las personas la confianza en el Sistema, la fe
 en el Estado como institución neutral, necesaria y beneficiosa, la 
esperanza en que con unas cuantas reformas podrán solucionarse los 
problemas y miserias que atraviesan nuestro día a día. Han dado la 
vuelta de tuerca perfecta: ahora una gran parte de la sociedad se 
reconoce y se siente identificada con las propias estructuras e 
instituciones que la someten y la subyugan. Este panorama, el del 
reforzamiento de la democracia, es decir del Estado y del capitalismo, 
se va a ver intensificado con las elecciones generales que ya, 
prácticamente, están a la vuelta de la esquina. Los partidos políticos 
clásicos apelarán a su propio marketing político, intentando 
salvaguardar, en la medida de lo posible, sus intereses más concretos y 
particulares; por otro lado, los partidos nuevos, continuarán 
desplegando el discurso de la renovación, el cambio y la regeneración, 
para así lograr ocupar butacas más grandes y pisar moquetas más largas y
 floridas que las conseguidas en las pasadas elecciones autonómicas y 
municipales. Sin embargo, y a pesar de todo ello, un punto esencial y 
vertebrador une a todos y cada uno de los partidos y de lxs politicuchxs
 que los componen: la defensa del Estado y del capitalismo (aunque 
quiera presentarse éste con un rostro más humano y amable), la 
salvaguarda de las instituciones y las estructuras de poder y 
dominación, en todos sus niveles y escalas (instituciones propiamente de
 gobierno, fuerzas de seguridad, escuela estatal, cárceles, judicatura, 
trabajo asalariado, propiedad privada –aunque se le quieran poner a ésta
 algunos pequeños matices-…). 
Algo comparten todos los partidos en su 
llamamiento a las urnas y en su propia existencia y razón de ser: la 
férrea defensa del principio de autoridad y delegacionismo, verdadera 
raíz de todas las problemáticas que padecemos cotidianamente. Por ello, 
Podemos, PP, IU, Ciudadanos, PSOE…, tan sólo conforman para nosotrxs, y 
para toda la clase trabajadora, un enemigo común, enemigo a combatir y 
destruir y con el que jamás colaborar. No importan las supuestas buenas 
intenciones, los discursos más o menos trabajados, las diferentes 
medidas políticas oportunistas; todos ellos defienden y alimentan las 
estructuras verticales y jerárquicas que por sí mismas generan 
inevitablemente una separación insalvable entre quienes las ocupan y las
 gestionan y quienes se encuentran fuera de ellas y de sus privilegios y
 de su capacidad de poder. No importan los programas electorales; todos 
comparten un punto esencial: mantener vivas las bases del Sistema que 
nos condena a una vida de miseria. 
Abstención activa: lucha aquí, ahora y siempre 
¿Y entonces qué hacemos lxs anarquistas 
cuando se acercan estos tiempos de revuelo político que son las 
elecciones? Nuestra respuesta es la de todos los días, sea o no periodo 
electoral: luchar. Es a eso a lo que nos referimos con abstención 
activa. Nuestra lucha es una lucha diaria, cotidiana, una lucha que está
 ahí siempre para autocapacitarnos en la destrucción de la autoridad, en
 la deconstrucción de nosotrxs mismxs para desprendernos de todos los 
valores de este sistema autoritario. Nuestra lucha es contra todo tipo 
de Autoridad, aunque se revista con el disfraz del discurso democrático 
de izquierdas o de derechas. Es una lucha completamente horizontal, 
autoorganizándonos y apoyándonos mutuamente, evitando estructuras 
verticales que sólo crean nuevas élites. 
Para el anarquismo, la coherencia es una 
herramienta esencial y por eso, nuestros medios y herramientas deben ser
 acordes a nuestros fines emancipatorios, por ello funcionamos a través 
del consenso, rechazando la representatividad democrática, el 
delegacionismo y la irresponsabilidad; nuestra lucha es una lucha que 
implica la acción directa de lxs propixs implicadxs, es decir, la 
gestión de los asuntos y del día a día sin intermediarixs ni supuestxs 
profesionales. Es en la confrontación diaria con el sistema que nos 
oprime, donde ponemos en práctica los valores y principios de ese mundo 
nuevo que queremos construir. No participaremos en ningún circo 
electoral. No acudiremos a votar jamás. Cada papeleta electoral está 
manchada de la sangre de aquellxs que diariamente sufren este sistema, 
de lxs desposeídxs, de lxs explotadxs, de lxs excluídxs... Como 
anarquistas, apostamos por la abstención activa: es decir, por no acudir
 a ningún tipo de cita electoral y por luchar día a día en cada ámbito y
 parcela de nuestra vida contra contra el Estado, el Capital y contra 
todo tipo de autoridad, contra todxs aquellxs que quieren gestionar, 
dirigir, controlar nuestras vidas, avanzando así en la construcción de 
un mundo nuevo de libertad, igualdad y justicia.
Artículo extraído del órgano de expresión de las Juventudes Libertarias de Madrid, , CONTRAGOLPES, número 6


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