Un presunto ataque contra una comisaría
de policía ha sido el pretexto utilizado por la consejeria de Interior
para imponer, de manera indefinida, una “zona de peligro” en el centro
de la Ciudad Libre yHanseática de Hamburgo. Gefahrengebiet – área de
peligro en alemán-, así es como la ha llamado el senador de Interior de
la ciudad, el socialdemócrata Michael Neumann, cuando a efectos
prácticos es un toque de queda encubierto con componentes de ley
marcial. Se encuentra en vigor desde el 5 de enero y suspende varios
derechos básicos.
Casi un millar de personas han sido controladas, identificadas y
registradas. Todo ello a tirones, con intimidación y golpes. La
declaración de “zona de peligro”, estipulada desde 2005, permite a la
policía de Hamburgo detener, de forma arbitraria, a cualquier peatón que
transite por el espacio público.
“Basta con llevar un jersey con capucha, calzado deportivo, una bolsa de
tela colgada en el hombro o una chapa del FC St. Pauli. Cualquier cosa.
Todo el mundo es potencialmente sospechoso”, afirma Humber, un vecino
del distrito de St. Pauli y militante de la izquierda autónoma y
antifascista hamburguesa que prefiere ocultar su nombre tras un
pseudónimo. “Pasear, ir en grupo, fumar por la calle, sentarse en un
banco o llamar está perseguido”, asegura. Miles de policías han sido
desplegados en los barrios de St. Pauli, Schanze y Altona, que aparte de
imponer la “zona de peligro”, reprimen y detienen cualquier tipo de
manifestación y concentración, ya sea espontánea o convocada en contra
de esta medida extraordinaria, que ha puesto bajo sospecha general a las
más de 50.000 personas que viven en ella. “Se trata de una represión
brutal, nunca vista”, afirma Humber a la Directa. “Las movilizaciones
seguirán. Esto no puede quedar así”.
La policía y Neumann se escudan en un supuesto ataque, el 28 de
diciembre pasado, “de una treintena de militantes de la izquierda
autónoma de Hamburgo vestidos de negro y con bufandas del FC St. Pauli”
-según afirman fuentes policiales- a la Davidwache, una conocida
comisaría de St. Pauli junto al barrio rojo de la ciudad, el Reeperbahn.
En este “ataque”, un policía habría sido herido de gravedad de una
pedrada y dos más habrían sufrido contusiones en el estómago, según
fuentes del propio cuerpo. Por su parte, el sindicato de policías alemán
DPolG, se mostró a favor de las “armas de electrochoque” para “combatir
la violencia atroz de los manifestantes”, que vinculan con el entorno
de la Rote Flora, un emblemático centro social ocupado que se encuentra
en riesgo de desalojo.
Si bien es cierto que desde hace días grupos de la izquierda autónoma
están llevando a cabo acciones directas descentralizadas contra la
policía de Hamburgo, no lo es tanto que un policía de la Davidwache
hubiera sido herido en un ataque contra esta comisaría. Testigos,
investigaciones periodísticas y las pruebas de que dispone el abogado
Andreas Beuth, representando, entre otros, de las activistas de la Rote
Flora, afirman que el agente en cuestión resultó herido a 200 metros de
distancia de la sede policial, en concreto, en la calle
Hein-Hoyer-Straße, en un incidente independiente y no vinculado a las
acciones directas autónomas. Durante días, la versión oficial ha sido
que la comisaría fue atacada por activistas de izquierdas y que un
agente resultó herido. Sin embargo, debido a la presión popular ya las
informaciones publicadas, el 6 de enero la policía cambió la versión y
afirmó que el agente no fue herido en la Davidwache, “pero que la
comisaría, en todo caso, sí fue apedreada”. A pesar de la afirmación, la
consejeria de Interior se niega, a día de hoy, a hacer públicas las
imágenes de las cámaras de videovigilancia del perímetro de la
comisaría, alegando protección de datos.
Tras la “zona de peligro”
Para entender el porqué de la “zona de peligro” debemos volver al 21 de
diciembre de 2013, cuando la izquierda extraparlamentaria de Hamburgo
organizó una de las manifestaciones más importantes de los últimos años
en la República Federal de Alemania. El lema de la convocatoria,
multitemática, fue “La ciudad nos pertenece a todos”. Tres cuestiones, a
simple vista independientes pero entrelazadas entre ellas, fueron el
motor de la manifestación: los refugiados, los edificios Esso y la Rote
Flora. Más de 9.000 activistas se congregaron. Sin embargo, la
manifestación fue reprimida y detenida, justo al empezar -a unos diez
metros de empezar, por la policía, obedeciendo las órdenes del alcalde
del SPD Olaf Scholz, con gas pimienta, perros, vallas y cañones de agua.
Sin previo aviso.
Las tanquetas Wasserwerfer 10000 no pararon durante varios minutos de
mojar las manifestantes, que luego se dedicaron a realizar
manifestaciones y acciones descentralizadas y espontáneas por el barrio
de Schanzenviertel. Durante la tarde y la noche la policía estuvo
jugando al gato y al ratón con las manifestantes. Escaramuzas y
enfrentamientos. Varias decenas de heridos en las dos partes. 21
manifestantes fueron detenidas bajo sospecha de alteración del orden
público y 320 fueron identificadas posteriormente.
Lampedusa en Hamburgo
Un buen grupo de refugiadas lleva ya muchos meses malviviendo en la
ciudad, pero también organizadas, luchando y protestando. Vienen de
Libia y del África negra. La mayoría de ellas, unas 300, consiguieron
llegar a Hamburgo desde Lampedusa, la isla italiana donde hay un macro
Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), y se enfrentan diariamente
a la persecución estatal alemana. Las piden presentarse ante las
autoridades, dado que la ley alemana y el Reglamento de Dublín II-que da
competencias a las autoridades locales-no les permite quedarse en el
país teutón. Este es el paso previo para su deportación. Las refugiadas
reclaman también acabar con el Residenzpflicht, la ley que las confina a
vivir en centros de internamiento-la mayoría de ellos en condiciones
pésimas y situados en las afueras de las poblaciones o en antiguos
cuarteles militares-y les prohíbe abandonar el lugar de residencia
asignada y viajar a otras ciudades. También piden la abolición de la
prohibición a la que están sujetos, tanto en cuanto a buscar trabajo de
manera autónoma como de acceder a cursos oficiales de lengua alemana. A
esto hay que añadir el fin de las deportaciones, del racismo policial y
de las tarjetas de racionamiento, que las obliga a comprar un tipo de
comida concreto ya establecimientos predesignados. Como último punto,
las refugiadas de Hamburgo piden a las autoridades que otorguen permisos
de residencia a todas las personas en su situación y que se agilice el
procedimiento de asilo, ya que el proceso suele tardar varios años y
provoca un desgaste psicológico elevadísimo. Mientras tanto, la iglesia
luterana de St. Pauli les ha facilitado un techo para quedarse bajo
“asilo eclesiástico”, pero sus casos continúan a la espera de una
resolución.
Edificios Esso
El segundo motivo de la movilización fue la preservación de los
edificios Esso, conocidos popularmente así por la gasolinera de esta
entidad estadounidenses que hay en uno de sus bajos. Los dos edificios
fueron construidos en 1959 siguiendo los planos del arquitecto Hans
Stich. Se trata de dos complejos rectangulares que hay cerca del barrio
rojo. Unos edificios de arquitectura de postguerra a los que se ubican
un centenar de viviendas, así como pequeños comercios y bares
alternativos. La lucha por la conservación de estos edificios,
amenazados de derribo y en mal estado y de los que ya se ha desalojado,
de noche, los residentes, se enmarca en la lucha contra la
gentrificación que vive la ciudad-estado norte-alemana, uno de los ejes
principales de lucha de los movimientos sociales alemanes. Si los
edificios Esso son derribados, se construirá sobre sus ruinas un nuevo
complejo de edificios de última generación y de lujo que impulsa la
inmobiliaria bávara Bayerische Hausbau, que durante años no ha invertido
ni un céntimo a la restauración y mejora los edificios, y que pretende
cambiar el estatus del barrio y los estilos de vida independientes y
alternativos de St. Pauli. Desde la manifestación se pidió el
saneamiento y conservación de los edificios Esso y la vuelta de sus
residentes.
Rote Flora
“Quien quiera comprar aquí [refiriéndose a 'eso', el edificio de la Rote
Flora], le tiene que gustar el estrés”. Durante meses, en la fachada
del edificio ocupado se puede leer este eslogan en una pancarta, uno de
los centros sociales okupados más antiguos e históricos de Alemania. Y
es que esta consigna desafiando resume perfectamente el espíritu de
lucha por la continuidad y la preservación del simbólico centro de la
izquierda autónoma alemana, ubicado en Schanzenviertel. Y es que la
eliminación de la Rote Flora, es decir, su desalojo, no será un paseo ni
una tarea fácil para los propietarios ni para las autoridades de
Hamburgo. Así lo ven las activistas que participan, con las protestas y
las acciones: como recordatorio de que “el coste de la gentrificación y
de la represión de los proyectos de vivienda libres, autogestionados y
asamblearios será elevado”. Comportará estrés, como reiteraron
activistas durante la manifestación y los días posteriores. Durante las
últimas semanas, Hamburgo también ha sido escenario de varios ataques
con pintura contra comisarías de policía y contra instalaciones públicas
y las casas de los responsables políticos y empresariales.
Rote Flora, Klausmartin Kretschmer y su hombre de paja, Gert Baer,
lanzaron un ultimátum con fecha de 20 de diciembre de 2013 para
desalojar el edificio y por la extinción de sus actividades. Este
ultimátum aún ha hecho movilizar mucha más gente en solidaridad y en
defensa del proyecto hamburgués. El edificio de la Rote Flora fue
construido en 1888 como Concerthaus Flora, un teatro de opereta y
revista. Después de la Segunda Guerra Mundial, el teatro fue convertido
en un cine y se cerró en 1964. Después se instaló un centro comercial
llamado 1000 Töpfe, que fue clausurado en 1987. Cuando el productor
musical de la obra Cats en Hamburgo, Friedrich Kurz, se proyectó el
musical de El Fantasma de la Ópera en 1988, encontró la oposición
política de la izquierda autónoma y de parte del vecindario, preocupado,
entonces, por la transformación del barrio y por el encarecimiento de
la vida. El edificio, que entonces se encontraba en desuso, terminó
ocupado por autonome de Hamburgo y, desde 1989, es el centro cultural
ocupado más antiguo de Alemania.
Durante años sus habitantes han luchado contra posibles desalojos y
planes urbanísticos en sus terrenos. En 2001, el Senado de Hamburgo, con
mayoría del SPD y Los Verdes y liderado por el alcalde Ortwin Runde,
vendió el edificio al empresario Kretschmer por 370.000 marcos.
Kretschmer alquiló el edificio en 2013 al inversor Baer, que planifica
la construcción de un “centro cultural real” y echar “al
círculo de la élite de la izquierda extremista que lo ocupa”, en sus
palabras. Y este fue el último motivo y motor de la manifestación: de
nuevo, salvar Rote Flora.
En cualquier caso, como sostiene Humber, las movilizaciones y la “zona
de peligro” están provocando “mucho estrés a la policía y al
establishment y han puesto de nuevo sobre la mesa la política racista y
de represión,-fomentada por los lobbys policiales-de la disidencia y de
las formas de vida alternativas a Hamburgo. Ahora, a base de toques de
queda “, concluye el activista.
Texto: La Directa / Roger Suso