12/7/13

Liberación animal, movimiento popular y luchas político-sociales.

Artículo escrito por Felipe Romero, estudiante de Veterinaria en la Universidad de Chile y
militante del Frente de Estudiantes Libertarios

“¡Bienvenidos, consumidores! ¡Gracias por ser un consumidor preocupado! Comprando solo productos libres de crueldad, puedes ayudar a salvar conejos, ratones, conejillos de indias, ratas, y otros animales” -
-Página web de PETA.

La publicación de la presente columna nace en forma de aporte reflexivo a las distintas opiniones evidenciadas en las redes sociales, a raíz del documental realizado por la organización “EligeVeganismo”, expuesto en el programa “En La Mira” el pasado miércoles. El objetivo no es comentar dicha exposición, de hecho ni siquiera tuve la oportunidad de verlo, pero puedo imaginarme el nivel de morbo en su contenido y el sensacionalismo propio de la televisión, por lo cual comparto reflexiones críticas acerca de las visiones desde las cuales se aborda el tema del veganismo y la liberación animal en un contexto general.
Hace bastante tiempo que llevo una dieta vegetariana estricta o vegana y en algún momento de mi vida formé parte activa del movimiento por la liberación animal en su época más álgida a mi juicio. Con el pasar de los años las reflexiones y críticas acompañan a cualquier proceso, especialmente cuando luego del 2011, la sociedad construye lentamente un despertar luego de años de dormir en la “democracia post-dictadura”. Y es aquí donde no me cuadra la posición del movimiento por la liberación animal.
Sin duda que el documental expuesto por CHV causó en las personas sentimientos de repugnancia, de rechazo, de pena y culpabilidad, de reafirmación de convicciones, etc. Pero el problema aquí es que dichas reacciones son justamente sólo reacciones, no son un proceso dinámico de reflexiones que se materializan de forma racional en una postura frente a determinado tema (en este caso, la explotación de animales no humanos para consumo humano), si no que parten desde lo visceral y el mero morbo, generando en consecuencia una respuesta mediada por lo emocional, por lo fuerte de las imágenes y por “el pecado de consumir carne” como hacía mención el título del reportaje.
Es así que en los últimos años “avanza” el movimiento por la liberación animal, centrando su accionar en la compasión y el sentimiento de culpa, a través de campañas de intervención callejeras como dar a conocer imágenes de mataderos, peleterías y centros de vivisección, hasta degustaciones de comida vegana. Este precepto no resulta negativo en la medida que es un medio iniciador quizás, de la toma de conciencia, pues nada de malo existe en exponer información que se nos oculta. El problema radica en que dichas acciones no comprenden una visión holística enraizada con la realidad, son abstracciones emocionales que no hacen vínculo con el sistema del cual forman parte y en consecuencia, el fin de dichas acciones (convertir a omnívoros en veganos) se torna de un dogmatismo espurio acompañado de un fanatismo casi religioso; salvar animales a través del consumo. No fomentan el proceso crítico al los medios por los cuales los animales se encuentran en dicha situación, si no que generan patrones de obediencia ciega al dogma de no consumir nada que sea de origen animal o que haya sido testeado en algún animal.
Existe la necesidad entonces de comprender que los medios de producción, están comandados por la compleja estructura del sistema capitalista, la cual no sólo ejerce control de de la producción y distribución, sino que también ejerce hegemonía en el cotidiano; canaliza, difunde y condiciona las relaciones sociales y en consecuencia, nuestra forma de ser, pensar, y actuar. La política fomentada por los activistas de la liberación animal niega justamente este punto, ya que apunta a la modificación del patrón de consumo y no al patrón de producción, sumado a la categorización del género humano como negativo persé, sin dar la reflexión histórica de la ideología y la práctica que por años ha calado hondo en las sociedades, provocando atroces consecuencias. A estos activistas se les dice que son radicales por darle un giro completo a su dieta, pero la verdad es que sólo son extremistas, ya que si fueran radicales apuntarían justamente a la raíz del problema: el sistema imperante, su dimensión y la lucha por su abolición.
Los animales no humanos no son distintos de los animales humanos sólo porque comparten la capacidad de sentir dolor (una consigna que suena fuerte entre los activistas). Comparten otro aspecto fundamental para comprender esta lucha de una forma más amplia y es el hecho de que el ecosistema en toda su complejidad es quien está sometido a los embates del capitalismo. Todos representamos un valor económico que se modifica y se transa, por lo tanto somos mercancía: mercancías animales humanas que se explotan, mercancías animales no humanas que se explotan, mercancías de recursos naturales que se explotan. En consecuencia, comprender que las diferentes luchas sociales son motivadas por un entedominador común es el puntapié en la unión de éstas en pos de victorias sostenibles en el tiempo.
Actualmente el movimiento por la liberación animal, en términos generales, carece de este simple análisis. Es más, muchas veces lo niega, particularizando su lucha y segregándola. Esto se condice con el poco apoyo e incluso nulo conocimiento que el movimiento popular posee respecto al tema o por la escasa convocatoria que generan sus marchas. Esto se debe a que los activistas no se insertan en las luchas sociales por desinterés o porque simplemente su dogmatismo les impide aceptar que en las poblaciones primero está el llevar pan a la casa antes de elegir si será con mantequilla o con tofu, o que para los campesinos arrastrados por las grandes empresas hacia las periferias cordilleranas no existe un punto de inflexión entre comer o no una oveja de su ganado. El movimiento por la liberación animal debe entender que la idolatría al antropocentrismo no significa directamente la negación del ser humano, el cual se encuentra igual de oprimido que cualquier animal en una granja de cría intensiva. ¿Cómo juzgar a un carnicero, que en su condición de trabajador, no tiene más opciones que vender su fuerza de trabajo a empresas como AGROSUPER? Claro que podríamos juzgar las actitudes propias que pueden asumir los trabajadores (es decir, las que están sus manos) relacionados con el proceso productivo para la obtención de productos de origen animal (por ejemplo, el maltrato durante dicho proceso), ¿Pero juzgarlo por el hecho de ser trabajador de dicha empresa? ¿Acaso existen opciones? Y si existieran, ¿No son opciones ficticias controladas y determinadas por el mismo sistema? Y si lo que se busca es que la mayor parte de la sociedad fuese vegana, acaso el capitalismo no se reapropiaría como siempre de la demanda y crearía empresas que sustenten dicha dieta? Aquí los trabajadores seguirían siendo explotados tal y como lo son hoy en día ¿No importa porque son humanos, con capacidad de discernimiento y entonces, podrían “optar”?
El boicot a la industria cárnica no basta, el capitalismo se adapta. Ahora, si los objetivos últimos de esta lucha son solamente terminar con el maltrato animal, bien por aquellos que viven felices en este indigno sistema. Esperaremos con ansias los nuevos mercados nacionales e internacionales veganos, que promuevan una vida libre de crueldad animal no humana, pues la humana, como expuse anteriormente, simplemente se reproduce. Es el mismo contraargumento a quienes sostienen que una dieta vegana de carácter mundial acabaría con el hambre en los países subdesarrollados. No es un problema de recursos, es un problema de distribución y mientras aquellos que sustentan el poder no sean derrocados, para este caso, el hambre continuará, puesto que la distribución de alimentos es sólo otra arista en la política de dominación. Por otro lado, si existen declaraciones de sensocentrismo y antiespecismo, pues entonces que se abarquen de forma integral, puesto que la liberación humana y no humana no se contradicen y en consecuencia, es nuestro deber potenciarlas. Así mismo, cualquier proceso social debe verse enmarcado en la relación del ser humano para con la naturaleza, en completa integración, la que no se consigue con reformas progresistas o actitudes de un neohippiesmo posmoderno, si no que nuevamente, apuntando a la raíz del problema y enfrentándolo de forma organizada.
Si dicha reflexión colectiva se llevara a cabo, pues entonces el movimiento por la liberación animal conseguiría un objetivo táctico bastante importante: inserción en las masas, conciencia y apoyo popular. Porque, ¿acaso es una falsedad que el veganismo es cada vez más común en las capas sociales con mayor poder adquisitivo? ¿Acaso no se ha transformado en sinónimo de estatus? ¿Acaso no es común que muchos de los nuevos veganos se declaran “apolíticos” y son parte de la misma alienación cotidiana con nulo interés por los conflictos sociales? Cambiar el estilo de vida no basta, es simple moralismo o consecuencia personal, pero en la práctica no produce un cambio tangible. El veganismo no ofrece una alternativa a la miseria del capitalismo. Pues entonces, en la medida que esta lucha se constituye como enemiga del capitalismo, pasa a estar dentro de toda la amalgama de luchas sociales que juntas construirán el fin último: la libertad. Entonces, se hace necesario que no sólo la táctica sea radical, si no que la meta sea radical.
Esta no es una pataleta a l@s vegan@s, al veganismo como dieta/filosofía o al movimiento por la liberación animal. Es una crítica reflexiva inconclusa y abierta al debate de cómo se aborda lo ideológico, lo estratégico, lo táctico y la forma de vida de aquellos que han decidido luchar por la abolición de la esclavitud animal. Mi más sincero deseo es que dicha esclavitud acabe y expongo mi posición de cómo creo que es la forma más efectiva, que es sin duda la misma posición de todos aquellos que luchamos por una nueva sociedad de libres e iguales, a través de la unidad en la lucha, superando el dogmatismo, con un pensamiento crítico y planteándose de frente contra todo lo que nos oprime.

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