Grecia quema sus naves y se lanza a las calles, el Estado Español se para, los gitanos de nuevo son echados, los parados aumentan, la edad de jubilarse se sube a más años de explotación, el hambre toca la puerta casa por casa, los inquilinos no pueden pagar la renta, Alemania lanza voces de racismo, Europa tiembla como antaño con los tambores de la historia. Paris de nuevo revuelve los adoquines de sus calles para tornarse en la capital de las barricadas.
Kaosenlared es acusada de fomentar la violencia, Fidel de Nostradamus moderno, el imperio del capital se tambalea y las calles de la Europa milenaria se llenan de gases lacrimógenos, las vidrieras de la hermosa sociedad de consumo reciben la histeria de cien piedras. Y se nos llama violentos cuando es por lo nuestro que reclamamos y luchamos, se nos llama violentos cuando nos oponemos al imperio de las bombas y las balas.
A veces no nos queremos dar cuenta de las cosas, la historia tiene que teñirnos de nuestra propia sangre para saber que estamos en guerra, en tiempos de cambio, en crisis que se nos hace hambre, rabia, sed de justicia reclamada.
Los ricos, los amos del poder, de la gran maquinaria de la guerra dibujan estrategias. Pero los mapas no son el territorio, allí, en cada esquina, en cada garganta, está naciendo la revuelta universal que terminará tarde o temprano abriendo la pesada puerta del futuro. El primer mundo, que hasta hace poco era una postal turística, un acomodado estante de injusticias equilibradas, donde se escondía al pobre con el traje de marca, donde se escondía el hambre con los menú de lujosos restaurantes de Champ Elisse, ese primer mundo se viste de tercero, espeja aquellas luchas que solo se veían en la tele, por aquellos lejanos países subdesarrollados.
Paris se veía esta madrugada como desde Paris Mayo del 68 no se veía tan hermosa, trajeada de ira de pueblo, de gente en la calle, de revolución francesa. Paris se quema, se quema Paris. Comienza a rodar el engranaje del tiempo de la historia, comienza la revuelta. Empiezan las voces del fascismo a culpar a los musulmanes, como siempre, a los chinos que no quieren devaluar su moneda, al castrocomunismo encarnizado de Hugo Chávez, pero todos los humanos que andamos por estas calles sabemos que es lo que estamos viviendo, los tiempos, los tiempos están cambiando.
El Primer Mundo vive en carne propia el desempleo, la explotación inhumana, la desesperación de los imperios económicos decididos a todo antes de rendirse y caer derrotados, eso pasa, eso se ve en las fotos que le dan vueltas a nuestras pantallas en la web, eso se ve desde los balcones de Saint Germain, la poesía del hombre luchando por su dignidad, la revolución que aturde en un grito visceral de justicia, está llenando el aire de presagios.
Las voces del Kaiser tratarán de hacernos odiar unos a otros. No es de religiones o de color de piel, es otra la razón de todo esto: es dinero, es esa palabra maldita que se escribe plusvalía, el valor de lo que nos roban por costumbre, la explotación del hombre por el hombre, eso es lo que arde en las calles de Barcelona y de Madrid, de las costas griegas y de nuestro Paris encendido nuevamente en la lucha libertaria.
Cada día esta historia unirá más a todos los pueblos, no somos tan distintos, en todas partes el explotador explota al obrero, ahora está más desnuda la más triste de las verdades, el dinero vil en las manos egoístas de los dueños del poder y del imperio, sale a matar, a acallar, a tratar de seguir viviendo días más después de su fecha de muerte. Paris se quema, se quema Paris, de nuevo un mundo tiene que morir y otro mundo nacerá al final de esta revuelta.
Por la revolución mundial de los pobres y explotados de esta tierra, adelante todos adelante, ¡venceremos!!!
brachoraul@gmail.com
Raúl Bracho en Kaos en la Red
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