A finales de abril asistimos a un nuevo despertar del pueblo colombiano, quien audazmente retomaba las calles para reivindicar su derecho a la vida, yerra de pleno quien sostenga que esto sólo se trata de la respuesta a una reforma tributaria propuesta desde el poder Ejecutivo colombiano -al igual que lo hace quien asume que lo acontecido en Chile solo versaba sobre una subida en el billete de metro-, es el pueblo exhausto de soportar los abusos constantes de un Estado al servicio de los intereses económicos de unos pocos. Hoy el pueblo colombiano, con total determinación, nos enseña que Leviatán no es esa temible bestia indestructible y todopoderosa a la que no es posible infligir daño alguno, hoy el pueblo colombiano ha conseguido que Leviatán se retuerza en agónica retirada, aunque pagando un alto costo en sangre.
No es casual que el foco de las protestas se vaya desplazando hacia la denuncia del papel represivo de la policía y demás fuerzas del aparato represivo del estado, con mas de 40 muertos/as, 16 casos de violencia sexual -hace poco conocíamos como una menor de edad se suicidaba tras haber sido violada por agentes del ESMAD- y más de 300 desaparecidos/as, estas tácticas de terror aplicadas con esmero y total diligencia contra el “enemigo interior” -léase el Pueblo- son el eco de las botas que en su día llenaban las aulas de la nefasta “Escuela de las Americas” -USARSA por sus siglas en inglés-, institución símbolo del intervencionismo norteamericano en el continente, de la que Colombia cuenta con el dudoso honor de sumar el mayor número de graduados1 -en número de 9.558, muy por encima de El Salvador que es el segundo con 6.609- hasta su reconversión cosmética, a partir de 2001, en el actual Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad -Western Hemisphere Institute for Security Cooperation en inglés-.
Si las protestas a lo largo y ancho del planeta, desde EEUU a Colombia y desde Chile a Hong Kong, visibilizan hoy más que nunca la necesidad de acabar con la vil institución policial, es porque ya no existen dudas de su rol como pilar fundamental que sostiene las “democracias inmunitarias” defendiendo y salvaguardando los intereses de unos pocos protegidos del Estado en detrimento de una inmensa mayoría desposeída y vulnerable, que al final del día pueden ser expulsados, cual desechos, del Corpus del Estado2. Las “democracias” que dicen reconocer al pueblo su soberanía, no dudan en descargar toda su violencia en las carnes del pueblo cuando este decide reclamarla. Es ahí cuando la ilusión del “Estado de Bienestar” se hace añicos frente a la cruda realidad del “Estado Policial”.
La policía, en cuanto institución que monopoliza la violencia legal -que no legítima-, está autorizada a cometer ilegalidades o, dicho de otro modo, los abusos policiales son intrínsecos a la naturaleza de la institución policial, que en el espacio público se traduce en una absoluta dominancia sobre los cuerpos de la sociedad civil. Es por ello que a nadie debe sorprender como arrastran a las/os jóvenes colombianos a sus dependencias para, con total impunidad, violarlas/os o golpearlas/os hasta la muerte.
Así mismo, podemos constatar como las élites están decididas a no dejar la defensa de sus privilegios exclusivamente en manos de las fuerzas represivas del Estado, tomado parte activa en la represión del pueblo colombiano. Hemos visto como el día 9 de mayo grupos de estas élites fascistas armadas abrían fuego contra miembros de la Minga indígena, en connivencia con la policía, dejando en evidencia, una vez más, cual es el verdadero papel desempeñado por la institución policial, muy alejado del pretendido mantenimiento del orden. Esto no es en absoluto novedoso, tenemos ejemplos muy recientes de este tipo de confraternización policía-civiles fascistas en España.
Depende de la determinación del pueblo colombiano el acabar de una vez por todas con estas injusticias. Es nuestro deseo fundirnos en abrazo fraternal con el pueblo colombiano en pie, mostrándoles todo nuestro apoyo y deseando que puedan lograr asestar el golpe definitivo al corazón del Leviatán que los mantiene encadenados en la mayor de las miserias y desigualdad. Lamentablemente este sacrificio seguramente implique el derramamiento de más sangre de mártires inocentes, aunque tampoco dudamos que, si el pueblo colombiano consigue enviar a la bestia estatal a los abismos del olvido, se abrirá ante el un horizonte lleno de justicia social. Hermanas/os colombianos, liberaos de las cadenas que os oprimen ¡No estáis solos! ¡Adelante, siempre!
¡POR LA LIBERTAD DEL PUEBLO COLOMBIANO!
¡POR LA JUSTICIA SOCIAL!
¡POR LA ANARQUÍA!
Federación Anarquista Ibérica
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