Quien así se expresa es un hombre llamado João Perdigão Gutiérrez, versión portuguesa de Juan Perdigón Gutiérrez. Un desconocido. Un desconocido que, no obstante, llegó a ser uno de los anarquistas más relevantes del movimiento obrero brasileño en las convulsas primeras décadas del vertiginoso siglo veinte. Obrero, anarquista impenitente, periodista ocasional, orador incendiario. Agitador de conciencias. Un revolucionario.
Juan Perdigón nació en el año 1895 en Casillas del Ángel, Fuerteventura. Años antes sus padres habían emigrado por primera vez a Brasil. Según cuenta Juan en sus memorias, sus padres retornaron a la Isla como consecuencia de la añoranza. Pero el hambre hizo que nuevamente embarcaran rumbo a Santos, el puerto del estado de Sao Paulo. Pocos años después, la melancolía del emigrante vuelve a hacer mella en sus progenitores y regresan a Fuerteventura. Algunos meses después nace Juan, pero la guerra de Cuba se cruza en el camino y, al igual que muchos otros canarios, decide volver a Brasil para evitar el reclutamiento forzoso del cabeza de familia; fin de sus periplos transoceánicos.
En la ciudad de Santos, Juan se convertirá en anarquista. Brasil había abolido la esclavitud en 1888. El café había sustituido al azúcar como principal producto de exportación, pero la ausencia de mano de obra esclava suponía un obstáculo a su producción y comercialización. Entre 1887 y 1914, casi tres millones de europeos (principalmente italianos, portugueses y españoles) optaron por ese país como destino. Entre ellos, una multitud de anarquistas que huían de la represión estatal. El anarquismo, la ideología social más difundida del momento en los países mediterráneos, se hizo predominante en un Brasil en pleno tránsito a la sociedad capitalista. Y allí, en un entorno propicio para la lucha de clases, Juan acabará siendo una figura de referencia del movimiento libertario.
Con trece años, Juan Perdigón forma –junto con su primo Manuel Perdigón Saavedra- el grupo “Infantes Revolucionarios”. Fue el comienzo del activismo de un hombre que se entregará de por vida a la causa anarquista. Como obrero participará y alentará las huelgas que reivindicaban la mejora de las condiciones materiales del proletariado. Será inductor y orador de multitud de mítines de solidaridad; organizará manifestaciones conmemorativas o contra la carestía de la vida; denunciará a los patronos y a los sádicos jefes de la policía gubernamental.
Será, a pesar de su condición de obrero autodidacta (“lo que aprendí fue a costa de mi esfuerzo, sin maestro, pues solo frecuenté una escuela de la sociedad operaria”), autor teatral, escribirá decenas de folletos y dirigirá un periódico (‘Dolor Humano’). Participará activamente del debate ideológico del movimiento anarquista brasileño . Será detenido en varias ocasiones; huirá continuamente de la represión policial, vivirá episodios novelescos; aprovechará cualquier momento para ejercer el proselitismo; compartirá improvisados estrados con los líderes más conscientes del movimiento libertario.
Todo en su vida será entrega a la Idea. En una de sus huidas, conocerá a Vicente de Caria, un viejo anarquista italiano que daba refugio a los perseguidos en su pequeña hacienda de Sorocaba, (Sao Paulo). Y allí vivirá desde 1928 hasta el fin de sus días cuando la policía publica una foto suya acompañada de un decreto de expulsión del país que lo describe como “anarquista temible”. A partir de ese momento, Juan se desprende de su primer apellido en busca de la clandestinidad. Y contrae matrimonio civil con una de las hijas de Vicente de Caria. Su nombre era Anarquía.
Siempre que tuvo la oportunidad, colaboró en la reorganización del residual movimiento anarquista brasileño. Participó en los Congresos Libertarios de 1948, 1959 y 1962, reuniones que tuvieron lugar en Nossa Chácara, un espacio comunal donde se practicaba el naturismo. Y nos dejó sus memorias escritas, un documento inusualmente crítico. Son las postreras reflexiones de un hombre que vivió con la dignidad del humilde, la autoridad de quien nunca claudica y la certidumbre de que, algún día, la utopía de un mundo justo se tornará en realidad: “la nata ácrata continuará componiendo nuevas alboradas y la anarquía surgirá, entre el rubor de las auroras”.
Congreso Nacional Anarquista de 1959
http://www.estelnegre.org/documents/perdigao/perdigao.html
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