Venezuela, una encrucijada donde hay quien se extravía
Redacción de El Libertario -
Abril 2014
Con algunas semanas de retraso tras su
aparición, nos enteramos de la existencia del artículo «Venezuela en la
encrucijada», publicado inicialmente en el periódico chileno Solidaridad (# 22, marzo-abril 2014,
también en
http://www.periodico-solidaridad.cl/2014/02/26/venezuela-en-la-encrucijada). Su
autor es José Antonio Gutiérrez (JAG), chileno radicado en Irlanda y quien desde
hace tiempo funge como portavoz privilegiado de la corriente plataformista o
“comunista libertaria” para América Latina. Por tal motivo, todo indica que lo que
exponga sobre algún tema se convierte en orientación a seguir por los grupos de
esa tendencia en el continente, así que nos interesa ocuparnos de este escrito
y lo que allí se dice, considerando que el plataformismo se ve a sí mismo como
la única interpretación válida y coherente del anarquismo en esta parte del
mundo (Ver “El anarquismo estadocéntrico del poder popular” de Rafael Uzcátegui
en
http://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/03/el-anarquismo-estadocentrico-del-poder.html
y en la revista Ekintza Zuzena # 41,
marzo 2014), una auto-atribución que ciertamente no comparten la mayoría de las
iniciativas y agrupaciones ácratas del continente.
Como anarquistas, somos necesariamente
internacionalistas y repudiamos con energía el reclamo patriotero referido a
que solo a los nacidos dentro de determinada frontera estatal les cabe actuar y
reflexionar en torno a lo que ocurra en ese territorio. Pero también como
anarquistas debemos exigirnos, y exigir, que esas acciones y/o reflexiones
estén fundadas en el mejor conocimiento posible de la realidad socio-política,
económica y cultural considerada, haciendo el esfuerzo más honesto por no
omitir datos básicos que permitan desarrollar del mejor modo tanto la práctica
como la teoría del socialismo libertario. Insistimos en este punto porque la
crítica esencial que desarrollaremos sobre lo expuesto por JAG es que (no
sabemos si por mero desconocimiento o por otras razones), de un lado omite
información y elementos de análisis básicos para entender la realidad
venezolana, y por otra parte presenta como verdades axiomáticas o hechos
confirmados algunos puntos que son del todo rebatibles, o al menos bastante
dudosos.
De
"la élite" y el rentismo petrolero
Ya en el primer párrafo, JAG intenta
imponernos un particular concepto que se vuelve una suerte de pivote sobre el
cual levanta lo esencial de sus opiniones posteriores, en cuanto a la
existencia de «la élite venezolana que práctica al dedillo el manual aprendido
de la estrategia golpista en Chile.» Por decir lo menos, esto implica completa
ignorancia de quienes podrían integrar hoy lo que cabría llamar la élite
venezolana. Si por tal se entiende a quienes tienen el poder económico,
político, militar y/o cultural de un país -o al menos la parte más
significativa de alguno, de varios o de todos esos poderes-, resulta que es
evidente y constatable que la hegemonía en la Venezuela madurista de hoy está
en el gobierno y/o se le asocia muy de cerca en sus negocios, respaldos y
afinidades. Es absurdo, por calificar de algún modo, abrir con esa afirmación
grandilocuente referida a una élite que está aplicando una estrategia golpista
contra sí misma (¿¡!?), así que señalaremos datos básicos que confirman la
magnitud de ese disparate:
• Los tres magnates venezolanos que
aparecen en la lista Forbes de mil
millonarios en dólares (Gustavo Cisneros, Lorenzo Mendoza y Juan Carlos
Escotet), públicamente se han desvinculado de cualquier relación con la postura
actual de la oposición y han apoyado la comedia oficialista del "dialogo
para la paz", lo cual ha sido ampliamente celebrado y publicitado por el
gobierno madurista, que ya los viene mimando y consintiendo de tal modo que
todas las fuentes accesibles señalan lo bien que les ha ido con sus negocios
por estos lares en los últimos tiempos. Entonces, si aquellos a quienes cabría
considerar la élite de la élite han estado y seguirán estando tan bien bajo el
"socialismo bolivariano", ¿cómo explicar su hipotético golpismo? No
parece haber manera sensata de alegar conspiración alguna que los involucre.
• En caso que JAG aludiese a las
empresas transnacionales como los artífices de esa conspiración contra Maduro,
resultaría del todo contradictorio que esas corporaciones fuesen tan mal
agradecidas con este gobernante, que al igual que su predecesor - el Comandante
Eterno Infinito - ha actuado de modo tan favorable a sus intereses,
ofreciéndoles negocios y oportunidades que, según los catecismos marxistas al
uso, solo son posibles bajo gobiernos sometidos a los dictados neoliberales del
FMI. Para no repetir lo que ya hemos expuesto en otros lugares (por ejemplo en “Funerales
de Estado, amnesia y anarquismo”, Tierra
y Libertad # 298, mayo 2013), remitimos a lo que se detalla allí sobre la
feliz asociación entre el actual Estado venezolano y las transnacionales.
También recomendamos la iniciativa de cartografía social “Venezuela:
transnacionales, militarismo y resistencias” (mapa accesible desde
www.nodo50.org/ellibertario), así como lo publicado acerca del tema en el blog
de El Libertario http://periodicoellibertario.blogspot.com.
• Toda caracterización rigurosa de la
sociedad venezolana en los últimos 90 años nos dirá que estamos en un
capitalismo rentista petrolero, situación en la que casi por definición las
élites políticas y económicas son quienes se benefician con el acceso
privilegiado a los petrodólares bajo control directo del Estado. Así ocurrió a
lo largo del siglo XX, tanto bajo gobernantes militares como en el período de
la llamada democracia representativa o “puntofijista” que va de 1958 a 1998. En
ese marco, de 1999 hasta hoy se ha generado un reacomodo parcial en las élites
rentistas, que han disfrutado en estos años de los más elevados ingresos por
venta de petróleo en la historia del país. Este ha sido un lapso donde en el ámbito
político institucional la alta burocracia de militares y civiles que ejerce el
poder estatal pasa a tener un rol preponderante, favoreciendo la formación de
la élite económica por excelencia: la boliburguesía, en buena medida integrada
por voraces miembros de esa alta burocracia y cuya existencia como cúpula de
poder económico JAG ignora o desprecia como dato menor, pues reconocerlo hunde
o deja muy maltrecha la interpretación que propone.
• Debe insistirse en el área militar
como origen de muchos entre quienes integran esas nuevas élites gestoras y
beneficiarias de la renta petrolera, hoy con mucho la principal fuente de
recursos en la economía venezolana generando el 96 % de los dólares que la
alimentan desde el exterior, en una situación donde ha caído o desaparecido la
producción de otros bienes y servicios, de modo que se depende del "excremento
del diablo" con más fuerza que en cualquier momento anterior. Como no se
había visto en Venezuela desde la dictadura militar que rigió hasta 1958, el
gobierno anterior de Chávez y el actual de Maduro se han caracterizado por una
amplia y avasallante presencia de uniformados en las distintas áreas del
aparato estatal, donde según un reciente cómputo desempeñan la mitad de los
gobiernos regionales, 8 ministerios y 110 viceministerios, con más de 1.600 en
altos cargos en dependencias y empresas gubernamentales a lo largo de estos 15
años; y no olvidemos que para este lapso también ha existido un generoso otorgamiento
de ascensos militares, beneficiando a unos 1.800 generales y almirantes. Lo
mismo vale para la fracción del presupuesto del Estado correspondiente al gasto
militar, que ha crecido en proporción superior al gasto social, lo que se
evidencia por ejemplo en las enormes compras de armamento realizadas en años
recientes. Para referencias en estos temas y conexos, ver
http://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/04/todo-lo-que-usted-queria-saber-pero.html.
Frente a algo tan notable - al igual que
la ubicua figuración de "asesores" enviados por la dictadura cubana -,
resulta entre sospechoso e incomprensible que JAG solo mencione de soslayo la
más que prominente militarización del gobierno – y sobre los importados del
castrismo no hay una palabra -, siendo
de tal significación en cómo opera el actual Estado venezolano. Por cierto,
para detalles de esas ataduras con La Habana, puede verse el artículo “Castroburguesía:
la jimagua de la boliburguesía” en el # 71 de El Libertario o en http://periodicoellibertario.blogspot.com/2013/11/castroburguesia-la-jimagua-de-la.html.
• En la sección final del escrito, se
apunta que la élite desplazada por el ascenso de Chávez habría mantenido al
menos suficiente poder como para generar, luego de la muerte del susodicho, las
principales dificultades que ha enfrentado el gobierno de Maduro. Semejante
conjetura no deja de implicar diversas complicaciones lógicas y preguntas
embarazosas para quien la presenta: ¿si la cúpula del pasado había sido desplazada,
por qué en el artículo aún sigue siendo "La Élite", es decir
detentando todo o parte importante del poder?; si, a decir de JAG, parte de esa
vieja oligarquía se mantuvo en el poder simplemente cambiando de camiseta,
¿cómo ello ha sido posible y tan fácil en un gobierno pleno de buenas
intenciones y logros revolucionarios, encabezado por tanto tiempo por un líder
que se supone solía apoyar las posiciones más radicales?; así mismo, ¿cómo es
eso de señalar la maligna presencia de una "derecha rentista" moviendo
tramas golpistas, cuando es imposible beneficiarse hoy de la renta petrolera de
no contar con la aprobación/complicidad de altos militares y burócratas
bolivarianos que juran ser de izquierda?; y por último, con tantas pistas y
evidencias de conexiones estrechas entre la élite de ayer y la de hoy, ¿no es
lo más lógico pensar en que un eventual golpe militar solo es viable con respaldos
y bendiciones desde ambas, en especial de la élite que ahora mismo controla al
Ejército, o acaso son posibles los golpes de Estado sin milicos?
Desatinos
al menudeo
Revisando con detenimiento el texto de
JAG, hallamos tantas omisiones, equívocos e imprecisiones puntuales que de
ningún modo puede aportar una apropiada visión de conjunto sobre la coyuntura venezolana.
Demos un vistazo a las más evidentes de esas erratas, pues sería demasiado extensa
está réplica si nos ocupásemos a fondo de todas:
* Pese a que el primer apartado se
subtitula «La génesis del bolivarianismo», se excluye cualquier mención a lo
que era la ideología nacional-militarista del grupo golpista de Chávez en 1992,
inspirada en autores como Norberto Ceresole (asesor del intento de golpe
militar en Argentina llamado de “los carapintadas” por presentarse con
camuflaje), misma que siguieron manteniendo y expresando posteriormente si bien
una vez llegados al poder le añadieron retórica marxista. No es posible obviar
a ese teórico filofacista argentino, a quien tanto aludió y elogió el fallecido
presidente venezolano.
* Nos dice JAG que «el militar retirado
Hugo Chávez Frías se presenta a las elecciones de 1999, como un forastero en
los círculos de poder». Aclarando que esos comicios fueron en diciembre de
1998, recordemos que aun cuando no se apoyó en los partidos tradicionales AD y
COPEI (ambos ya en tal decadencia que terminaron por retirar sus respectivos
candidatos presidenciales para apoyar a otro contendor), si recibió respaldo
muy amplio desde un significativo sector de los preexistentes círculos de poder
(por ejemplo: los grupos Cisneros y Boulton, medios de difusión importantes
como los diarios El Nacional y Panorama, o diversos magnates de las
finanzas, destacando los bancos españoles Santander y BBVA), participación
canalizada a través de operadores políticos de gran peso en el posterior
gobierno como José Vicente Rangel y Luis Miquelena. Por ello, debe quedar claro
que desde un primer momento y a lo largo de estos 15 años de "revolución",
una fracción nada menor de esa élite que JAG declara como desplazada del poder,
siguió y sigue satisfactoriamente asociada y disfrutando con gusto de los
favores del Estado de igual modo que en el período anterior. Si hay dudas, véase
por ejemplo lo que ha sido la trayectoria del sector bancario privado en este
lapso, o más recientemente, el meteórico ascenso de los "bolichicos",
esos cachorros de la más reaccionaria oligarquía tradicional que, gracias a sus
nexos con altos burócratas y militares al mando, han amasado fortunas que hacen
ver minúsculo lo alcanzado en sus previas historias familiares.
Explicar el ascenso de Chávez al poder
del modo equívoco en que lo hace JAG, quien lo describe como la irrupción de un
outsider que «se ganó la antipatía de la élite porque por primera vez en la
historia de la república eran desplazados de los círculos de poder», es
silenciar que no hubo desplazamiento sino reacomodo para incorporar a los
ambiciosos miembros de la nueva élite político-militar. Solo puede hacerse una
afirmación así desde esa peculiar reelaboración perenne de la crónica del pasado
que ha sido tan grata al chavo-madurismo, donde se borran y reescriben renglones
de acuerdo a las necesidades impuestas por el cambiante presente.
* JAG se complace en repetir con
insistencia - sin dudar nunca o matizar de cualquier modo - algunos de los
mitos con los que más ha machacado la propaganda del chavismo y el madurismo,
referidos a que con sus gobiernos ha sido posible que, por primera vez en la
historia de la Venezuela moderna, la renta petrolera se destine principalmente
a llevar beneficios de salud, educación, alimentación y similares hacia esos
sectores oprimidos que en la etapa anterior habían sido por completo
desatendidos. Con semejante profesión de fe en la verdad bolivariana, JAG se
permite ignorar un elemento fundamental para el capitalismo rentista en
Venezuela, al menos desde mediados de la década de 1930: los recursos que
maneja el Estado venezolano son tan abundantes que le permiten ganar apoyo de
las mayorías tanto por la vía del clientelismo como por la ejecución de ciertas
medidas de redistribución, mecanismos que tendían a paliar o bajar presión a
las demandas de los de abajo, aunque por supuesto los de arriba seguían llevándose
la gran tajada del pastel. Dicho en otros términos, en el habitual dilema
estatal en cuanto a darle palos o zanahorias al pueblo llano, el petróleo les
permitía la mayor parte del tiempo garantizar la tranquilidad en base a la
zanahoria populista, quedando los palos como recurso para situaciones
excepcionales, por ejemplo cuando el ingreso por hidrocarburos disminuía y
debían restringirse tanto el clientelismo como las políticas redistributivas.
Es así como el país no tuvo que soportar después de 1958 las siniestras
dictaduras padecidas en otros lugares de Latinoamérica, pues el populismo
socialdemócrata que rigió acá fue exitoso en aplicar políticas asistencialistas
que prevenían posibles conflictos sociales.
El uso por el Estado de una parte de la
renta petrolera (¡nunca jamás la mayor porción de la misma!) para ganar la
aceptación colectiva al modelo de dominación establecido venía de muchas
décadas atrás; se perfeccionó en el lapso de 1958 a 1983, fecha en que sufrió
un retroceso por la crisis en los precios del “oro negro” que persistió hasta
el ascenso de Chávez al poder en 1999, momento que coincide con un repunte de
ese ingreso que llegó pocos años más tarde a niveles como no se habían visto en
la historia previa, significando la reaparición a plena marcha del clientelismo
y el populismo rentista que ya se conocía tan bien en Venezuela. Entonces, dado
ese pasado, es bastante curioso que JAG se permita atribuir al actual régimen
toda posible mejora o alivio que hubiese podido llegarles a las mayorías desde
que hay pozos petroleros en Venezuela, siendo que la receta tranquilizante vía
redistribución limitada hacia abajo de algunos recursos es de tan vieja data. De
haber alguna diferencia, sería por la cuantía de los ingresos disponibles (¡1,3
billones de dólares en estos 15 años!), pero no en la tendencia o proporción
distribuida, donde por ejemplo el gobierno “de la revolución” tuvo hasta 2011
un promedio anual de viviendas construidas menor al de cualquiera de las
presidencias del “puntofijismo”.
* En sus cánticos de alabanza a los
beneficios para los desposeídos supuestamente alcanzados bajo la guía de Chávez
y Maduro, JAG no duda mucho en repetir sin chistar los lugares comunes de la
propaganda oficiosa, así que sin dar mayores detalles enumera los logros de las
"misiones", el aparentemente novedoso acceso de los excluidos a la
salud y la educación, que la producción de alimentos está en expansión (¡aquí
si se usa el cauteloso adjetivo de "lenta"!), o que «se ha reducido
la pobreza, la desnutrición y el analfabetismo ha sido erradicado». Estas
triunfales afirmaciones, que son dogma de fe para quienes solo dan crédito a la
palabra gubernamental, ciertamente merecen recibir una muy detenida respuesta
que las esclarezca punto a punto, basándose en fuentes verificables y datos
contrastables, aunque tal esfuerzo aclaratorio no suele hacer mella en
"fans" cuyas convicciones demasiadas veces están soldadas sea por un
credo cuasireligioso o por aprovechado oportunismo. De todas maneras la tarea
de desmontaje se ha hecho y difundido en múltiples trabajos y obras de referencia,
entre las cuales nosotros remitiremos en particular al libro de Rafael Uzcátegui
Venezuela: la revolución del espectáculo (que además de impreso está en
www.nodo50.org/ellibertario/textos.html), a los especiales temáticos de El
Libertario (en pdf; accesibles en la dirección antes indicada), al folleto Hugo
Chávez: la herencia de las quimeras (véase en el mismo lugar), y, en la
abundante información sobre estos tópicos que continuamente se actualiza en
nuestro blog http://periodicoellibertario.blogspot.com. En esas referencias hay
abundante información precisa para poner en su sitio la mitología enaltecedora
de esos supuestos avances bajo la "revolución" que son pura fábula, y
de alcanzar algún resultado positivo se ven menguados por las secuelas
negativas que les acompañan, o porque luego se han abandonado o reducido al
mínimo como sucede con tantas "misiones". El mejor ejemplo es uno que
cita y recita JAG: la eliminación del analfabetismo entre la población mayor de
15 años, que el gobierno venezolano anunció en octubre de 2005, para verse
desmentido por el Censo realizado en 2011, que apunto la existencia de
1.039.217 analfabetas (el 5,23 % de la población considerada). Tal cifra solo
indica una mejora limitada con respecto al registro del Censo de 2001 –
1.082.485 analfabetas, 7,02 % de la población – y para nada permite proclamar
que «el analfabetismo ha sido erradicado».
Cuando
la expresión aleja la comprensión
Hay otras ocasiones a lo largo del texto
reseñado donde se da información de modo tan ambiguo o tortuoso que colinda con
la manipulación. Conste que no nos referimos a esa peculiar redacción de JAG (o
a la falta de corrección de pruebas en Solidaridad),
donde se ven frases incoherentes del tipo de: «el período como Punto Fijo», «Algunas
de estas medidas incluyeron el golpe de Abril de 2002», o «El problema es que
no se haya al capitalismo financiero el control de la banca del comercio
exterior». Más bien son de otro tenor las expresiones que nos preocupan, a
saber:
°
Se protesta, con toda razón, porque el Estado nunca dio cifras oficiales
fidedignas de las muertes ocurridas en el Caracazo de febrero 1989; omitiendo que
hubo la misma conducta bajo el gobierno de Chávez con respecto a la mucho mayor
mortandad relacionada con las inundaciones y deslaves de diciembre 1999, en
especial en referencia a las víctimas de la feroz represión ejecutada con el pretexto
de "mantener el orden". Esto sin contar que más de 14 años después
hay amplias zonas afectadas por esa catástrofe aún en espera de la prometida
reconstrucción.
°
JAG nos señala confusamente que uno de los motores definidos por Chávez en 2005
para la construcción socialista era el «control del 60% de PDVSA y de las
operaciones multinacionales petroleras». Para quien conozca algo del negocio
petrolero local y lo que ha pasado allí en estos 15 años, es una frase
incomprensible o un error descomunal; no obstante, es probable que para un desprevenido
lector de cualquier lugar fuera de Venezuela pase como la trascendental
victoria de haber arrebatado a las transnacionales el control mayoritario en
PDVSA, pues ese lector ignora (y JAG no lo dice) que esa empresa estaba 100 %
en manos del Estado venezolano desde su fundación en 1976, así que semejante
"motor socialista" suponemos que de existir solo funcionaría en
reversa. A quien no sepa o lo haya olvidado, debe decírsele que en la PDVSA
anterior a Chávez se trabajaba con las transnacionales como operadoras
contratadas con fines específicos (lo que se conocía como asociaciones
estratégicas); bajo el “socialismo bolivariano” se les ha convertido en socias
de empresas mixtas, donde tienen 40 % de la propiedad del recurso petrolero antes
exclusiva del Estado venezolano. Esto es así porque la Constitución de 1999,
impulsada y aprobada por el chavismo, repuso la posibilidad de privatizar los
hidrocarburos.
°
Al referirse a la Reforma Agraria pregonada por el chavismo, JAG se extravía en
la vaguedad, informándonos que «Desde el 2005, varios campesinos han recibido
tierras y se ha estimulado la migración campo-ciudad». No haremos fáciles
ironías con eso de "varios campesinos", pero ¡sin duda las merece!;
asimismo, decir que “han recibido tierras” sugiere una entrega en propiedad a
individuos o comunidades que no ha existido, pues esas tierras siguen siendo patrimonio
del Estado. En cuanto a la migración, donde piadosamente vamos a dar el
beneficio de la duda y suponer que se trata de ir desde las ciudades al medio
rural, pues se nos venía hablando del impulso a la producción del campo,
resulta que los últimos censos de población -en 2001 y 2011- no indican ningún
cambio digno de mención en el pequeño porcentaje que sigue representando el
campesinado. Los planes fantasiosos sobre estos temas que Chávez se complacía
en lanzar desde sus shows de TV, como el Eje Orinoco-Apure, los fundos
zamoranos, la agroproducción urbana con huertos organopónicos y gallineros
verticales, el reimpulso de los Módulos de Apure, la promoción del cultivo y consumo de amaranto, así
como otros delirios parecidos, terminaron siendo cortinas de humo para un
fracaso estrepitoso.
En la misma cuestión agraria, JAG se
lamenta por cuanto «no ha sido fácil lograr la meta de la soberanía alimentaria
porque la distorsión de la economía petrolera hace que la producción de
alimentos sea más cara que la de los vecinos», lo que suena a chiste cruel pues
la escasa producción agropecuaria que aún se genera en los estados fronterizos
venezolanos se exporta cuando resulta posible, pues la brutal devaluación hace
que su precio sea más que atractivo para los compradores de los países
limítrofes. Vale recordar que la Venezuela prechavista se autoabastecía en unos
pocos rubros como arroz, azúcar, café, carne y lácteos, que luego del fracaso
de las estatizaciones han pasado a ser importados, reforzando lo que acá
llamamos “agricultura de puertos”, fuente de grandes corruptelas pues quien
importa es el gobierno.
°
Levanta JAG su indignada voz contra «Quienes han lucrado con la fuga de
capitales mediante el millonario desvío de recursos provenientes del petróleo a
cuentas privadas en el extranjero mediante el sistema nacional de
administración de divisas». Pero lo que no menciona es que ese sistema se
diseñó de tal manera que el otorgamiento de dichas divisas está
discrecionalmente en manos de miembros selectos de la alta burocracia estatal,
quienes favorecen sin mayor trámite a la nueva élite roja-rojita, incluyendo a
ese grupo que venía de la élite del período anterior y precavidamente mudó de
chaqueta. El control de cambios, establecido desde el año 2003, incrementó la
fuga de divisas porque las transferencias financieras hacia el exterior
aumentaron, ya que el Estado en su afán importador tuvo que apelar a los dólares
para adquirir alimentos y demás bienes y servicios no producidos en el país,
aparte que también dio a la banca privada
ocasión de lucrar ofreciéndole bonos o instrumentos financieros
convertibles a divisas.
Desde Panamá se ha hecho una
pormenorizada denuncia de esto al reivindicar una deuda de alrededor de 1.000
millones de dólares, lo cual fue la causa no declarada de la reciente ruptura
de relaciones. Por su parte el gobierno, a pesar de los reclamos, se ha negado
a decir quienes fueron agraciados al recibir divisas para importaciones. Siendo
así, no se entiende que siga mentándose a una "derecha rentista" como
una élite paralela y del todo ajena a ese régimen actual que, fuera de toda
duda, es el único que permite el acceso a la renta petrolera. Es cierto que hay
sectores políticos pro-estatistas ahora excluidos de la teta de los
hidrocarburos, contando allí a algunos ideológicamente identificados con la
derecha y a otros con la socialdemocracia, pero por esa misma exclusión y según
lo antes descrito, no se les puede llamar rentistas ni identificarlos hoy dentro
de la élite de poder en Venezuela, como tanto se reitera en el artículo comentado.
°
En cuanto a los sectores oprimidos y explotados, JAG da por supuesto que están
en su totalidad (o casi) en el redil chavo-madurista, lo que no parece
desagradarle ya que nunca reclama romper del todo con esa identidad, al
recomendar partir desde allí para construir una hipotética alternativa futura
socialista y libertaria, aunque primero sugiere con pudor tomar medidas para
defender al actual Estado, como subir (usa el término sutil de
"armonizar") el precio de la gasolina y reforzar controles para
enfrentar problemas económicos ahora patentes. En el Colectivo Editor de El Libertario, entendemos que recomendar
una vía semejante - partiendo de la defensa de un Estado profundamente
autoritario para construir organización social antiautoritaria - es una
absoluta incoherencia con lo practicado y propuesto por el socialismo
libertario en su historia.
Además, en vistas a todo lo que del
enfoque de JAG hemos cuestionado, para nada estimamos posible que quien observa
a Venezuela aceptando y difundiendo acríticamente puntos de vista que justifican
el actual orden estatal en el país, concluya tan campante aconsejando a
eventuales correligionarios en cuanto a que «es imprescindible comprender la
real naturaleza de las contradicciones sociales que enfrenta el 'proceso'. No
basta con reconocer que éste no es perfecto o que, naturalmente, tiene
contradicciones. Esas contradicciones y limitaciones deben ser señaladas,
discutidas, criticadas, corregidas. No se puede cerrar filas en torno a ellas,
justificarlas, ni mucho menos, convertirlas en virtud y cerrar los ojos ante el
impecable 'liderazgo' del cacique de turno.» Esta es sin duda una prédica
aceptable para oídos ácratas, pero queda en rotunda discordancia con lo que el
mismo predicador manifestó a lo largo de su disertación.