Entendemos como “movimientos
sociales”, término muchas veces usado como cajón de sastre con escaso
significado, las organizaciones relativamente independientes de
estructuras capitalistas como el Estado y sus entornos, así como de las
empresas capitalistas, que realizan un papel de reivindicación y
movilización generalmente desde la clase trabajadora y la izquierda.
Desde 2011, tras la irrupción del movimiento 15M, estos movimientos
comenzaron a vivir un crecimiento sin precedentes. Por un lado,
cuantitativamente, a través de las mayores movilizaciones y asambleas
barriales de los últimos tiempos; y por otro, cualitativamente, pues las
metodologías participativas, inclusivas y horizontales aplicadas por
los diferentes movimientos y organizaciones surgidas cuestionaron
enérgicamente las anteriores formas de participación política.
Se
convirtió, así, la Política -con mayúsculas- en un auténtico
experimento de asamblearismo, autogestión y autonomía de alcance
realmente popular y masivo. Partidos y medios de comunicación se vieron
obligados a replantearse sus métodos y discursos. A modo de ejemplo,
gran parte de las luchas abiertas o recién abiertas -como la de la PAH-
se vieron reforzadas en estos dos mismos niveles con más o menos
resistencias internas.
El propio conglomerado
político-económico del Estado, con sus voceros mediáticos al frente
-prensa, radio, televisión-, se lanzó a la loca carrera por apuntalar el
sistema surgido de la “Transición de los años 70”. Todo ello en medio
de una crisis sistémica capitalista -económica-política-institucional y
con la monarquía al frente-, que desde su comienzo en el 2008 estaba
dejando sin recursos a todas las capas sociales medias y bajas,
arrasando cualquier atisbo del por ellos mismos llamado “Estado de
Bienestar”, en el que florecía la corrupción como setas en otoño.
La lucha en la calle comenzó, en torno a
mediados de 2014, a perder fuerza dejando atrás tres huelgas generales,
varios “Rodea el Congreso”, movilizaciones masivas en todas las
ciudades (con los aniversarios del 15M), Mareas, Huelgas Sanitarias y
Educativas, luchas vecinales muy sonadas como las de Gamonal y Can Vies o
la paralización de la Ley del Aborto, culminando con las Marchas de la
Dignidad en marzo de 2014.
Y así, la lucha, que había estado en
constante crecimiento con un Partido Popular sordo a la ciudadanía,
excepto en la promoción de una progresiva represión, dejó paso al miedo,
al cansancio y a la sensación de haber alcanzado un “techo de cristal”
infranqueable, desinflando la participación tanto en las convocatorias
puntuales como en el trabajo constante de las asambleas, colectivos y
redes o plataformas. Los movimientos sociales entonces comenzaron a
verse estancados y cada vez más parecía que se continuaba por inercia en
vez de por fuerza propia.
Es justo en este momento cuando se
empieza a oír hablar de Podemos y de proyectos electoralistas por todas
partes, especialmente en los medios de comunicación. Aparecen por fin
los líderes, incorporados independientemente de su origen a la casta
estatal y buscados desde el principio por los medios de comunicación de
la oligarquía. Se acababa el incómodo no entender cómo cientos de miles
de personas salían día tras día a la calle sin ser convocados por
alguien famoso o por una organización estructurada con nombre y
apellido. En buena parte, todo volvía a su cauce.
Sin embargo, sabemos que las cosas
cambiaron con el 15M, que estamos todos y todas más despiertas, más
informadas, menos ignorantes de la injusticia de nuestra situación.
Sabemos que la gente
sigue trabajando en los barrios, en los pueblos. Que se cae y se
levanta. Que entiende, a la vez que saborea el placer de ser más
responsable de su propia vida, más consciente de que tenemos que
gestionar nuestra vida en común, que las instituciones de la dictadura,
ya sean políticas o económicas, siempre han sido venenosas para el
movimiento.
Nosotras y nosotros consideramos que
nuestra labor es la de seguir destinando recursos materiales, económicos
y, sobre todo, personales a fortalecer las luchas sociales en las
calles. Debemos seguir manteniendo o creando los colectivos, asambleas
de barrio y redes a nivel local y global necesarios para seguir
creciendo, trabajando juntas por ese mundo en el que queremos vivir, un
mundo con una economía y una política, acompañadas siempre de la ética,
que hagan que la vida merezca la pena. Y sin dependencias que nos
condicionen. Nos nutrimos, para ello, de una caja de herramientas
teóricas y prácticas en constante crecimiento, siempre probadas en la
práctica, abiertas y dispuestas a reformularse con el único requisito
del respeto a la autonomía, el trabajo colectivo y la horizontalidad.
Necesitamos estar juntas cuando alguien
vaya a un banco a negarse a pagar una hipoteca, cuando una familia
pretenda liberar una casa para habitarla, cuando un grupo de
trabajadoras y trabajadores decidan ir a la huelga; debemos permanecer
unidas cuando nuestra voluntad sea abandonar las aulas y luchar contra
la subida de las tasas académicas o el Decreto 3+2; tenemos que estar
juntas para tumbar la ley del aborto, para participar en las brigadas
vecinales contra el acoso policial racista y xenófobo. Todas estas
pequeñas acciones llevan consigo pequeños actos revolucionarios, cuyo
éxito requiere que sigamos aprendiendo las unas de las otras y que
actuemos juntos y juntas para aportar cada uno nuestra humilde
experiencia y perspectiva política.
Queremos continuar apoyando procesos y
proyectos de participación política que se generan en los barrios, ya
sea en forma de Centros Sociales, Ateneos, Colectivos, Cooperativas o
Asambleas, y ayudar a mantener los ánimos cuando caiga sobre alguien el
peso de la ley o se corra el riesgo de perder la perspectiva
transformadora. Pretendemos apoyar la difusión de todas estas
iniciativas y fortalecer la comunicación con nuestros apoyos
potenciales, construyendo y promoviendo también medios alternativos a
los medios de masas. Y en todo esto es fundamental impulsar y celebrar
las pequeñas y grandes victorias que se consiguen en la calle. Para
seguir luchando, tenemos que seguir cuidándonos.
La mayoría de luchas sociales se
encuentran ahora mermadas. Para nosotros y nosotras es necesario
mantenerse ahí, a pie de calle, recuperar la ilusión y entre todas
entender que hay que mantenerse organizadas y no jugar a una sola carta…
de un juego que está trucado.
Por
todo ello, creemos que necesitamos dotarnos de herramientas y prácticas
concretas en las diferentes luchas. Tenemos que saber actualizar
fórmulas y métodos, como la autogestión de un centro de trabajo, de una
cooperativa de viviendas en derecho de uso o de un centro de salud. Y es
imprescindible para ello preparar un programa de acción legible,
entendible, realizable, pero sobre todo, aplicable, para que mañana, por
ejemplo, en la Marea Blanca sea viable, en colaboración con el
vecindario, poner en marcha un centro de salud que haya sido cerrado por
los recortes. Hay que seguir avanzando, crear contrapoder. Además, para
plantearnos una estrategia de ofensiva, debemos crear nexos de unión y
coordinación entre los diferentes sectores en lucha para construir
movimientos populares amplios.
El camino está trazado y en ciertas
luchas sociales se ha podido comenzar a andar, también participando
junto a otros actores políticos, como en el caso de las Obras Sociales
de la PAH. La participación en esta lucha del movimiento por la
okupación ha generado una convergencia y una transmisión de
conocimientos que han permitido que cientos de personas opten por la
acción directa.
Queremos continuar construyendo y
consolidando esas redes, esas bases, que desde la autonomía llevan años
fortaleciendo la sociedad, haciendo fuerte ese pueblo que esperemos que
algún día, de forma generalizada, empiece a exigir, a construir, a tomar
en lugar de esperar.
A esto quiere contribuir Apoyo Mutuo, a
organizarnos en un poder popular crítico, propositivo y que sirva de
referente, que ponga sobre la mesa propuestas transformadoras y
construya ejemplos que sirvan para fortalecer unas bases de solidaridad
que sigan construyendo otro mundo aquí y ahora.
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