Los anarquistas asturianos ante el 1º de mayo
EN ASTURIAS hay ya 103.443 parados. Los empleos existentes son en su mayoría temporales y precarios. Tenemos una mayoría silenciosa de pobres que apenas dispone de medios para sobrevivir, unos 170.000, según datos oficiales, que viven por debajo del umbral de pobreza. De cada 15 contratos laborales que se firman solo uno es indefinido. El 60% de los parados ya ha agotado todas sus prestaciones y no perciben nada, el 40% son de larga duración que a duras penas esperan encontrar un nuevo trabajo y casi el 55% de los jóvenes no consigue su primera oportunidad. Las mujeres siguen cobrando menos y trabajando más, como hace cien años. Sólo en 2013 se han producido más de 11.000 accidentes laborales. La pobreza energética ha provocado 200 muertes…
Pero la crisis no es igual para todos. En río revuelto ganancia de pescadores. Así vemos como las grandes empresas, la Iglesia y la banca, aprovechándose de esa miseria, exhiben sin pudor alguno sus buenos resultados, sus beneficios y dividendos.
Estadísticas interminables que esconden una dura realidad: Asturias no tiene futuro. La corrupción, la deslocalización, las reformas laborales de los gobiernos de turno, la mala gestión de las empresas, el derroche de los capitalistas, el uso fraudulento de las subvenciones, el enchufismo, las mafias sindicales y políticas… han conseguido dejar esta tierra como un paisaje posnuclear. Y aunque hablamos de Asturias el problema es global.
Lo lógico es que, a estas alturas, el pueblo estuviera en las calles luchando, haciendo barricadas, ocupando fábricas, organizando huelgas generales indefinidas y actos de sabotaje. Pero no. La mayoría están trabajando a destajo, cada vez en peores condiciones, sentados en casa viendo la telebasura o abducidos por el espectáculo del fútbol. O jugando a las máquinas, o bebiendo en los chigres, o gastando lo poco que tienen en comprar en los centros comerciales, o guasapeando, o twiteando, o mirando con envidia anuncios de coches caros y motos ruidosas.
Las condiciones sociales son propicias para la revuelta y la insurrección. Pero eso no está ocurriendo por varias razones.
La clase obrera ha sido desarmada por los sindicatos pactistas, por el Estado del Bienestar del parlamentarismo burgués y partitocrático y por la salvaje propaganda consumista del capitalismo.
La clase obrera no existe. O mejor dicho, no tiene conciencia de sí misma, la ha perdido. Los que trabajan se sienten privilegiados, aceptan cualquier explotación y adoran a sus jefes o, al menos, les odian en silencio. Los que no trabajan, malviven con pensiones de padres y abuelos que algún día se acabarán, con ayudas de aquí y de allá, con el apoyo familiar, con la caridad interesada de la Iglesia, con la economía sumergida, con chollos variados…
La propaganda consumista, violenta, irracional, que crea líderes, que manipula las mentes para eliminar cualquier resquicio de capacidad crítica, que nos hace gregarios y sumisos, lleva muchos años funcionando masivamente, globalmente. Desde el Estado, con su férreo control a través de la Enseñanza, de los impuestos, de la policía, de los tribunales de justicia. Desde el capital, con su triunfo del modelo materialista y hedonista que persigue la venta de productos y servicios innecesarios. Desde la religión de las diferentes iglesias, que engañan al pueblo con sus monsergas del otro mundo para que la gente sea sumisa al poder y se deje pisotear en este mundo con la esperanza del paraíso en un más allá inexistente.
La trampa del consumo desenfrenado e irracional ha llegado muy lejos. Muchas familias se han quedado sin casa por haberse metido en créditos hipotecarios. Otras tantas están arruinadas por haber sido víctimas de créditos al consumo. El endeudamiento de gran parte de la clase trabajadora con los bancos les convierte en reos del capitalismo. La capacidad de luchar contra la explotación y las injusticias queda mermada para los que están ahogados por haber gastado más de lo que ingresaban. Obreros que, por un tiempo, quisieron sentirse burgueses engañándose a sí mismos.
Es evidente (y lo lleva siendo desde hace décadas) que este orden económico, social y político no funciona. Los que mandan lo saben, pero como tienen la sartén por el mango ni se esfuerzan en disimularlo.
¿Hay alternativa? Sí. Siempre ha estado ahí, aunque traten de ocultarla, reprimirla, criminalizarla.
Pero no vendrá con un nuevo partido político “progre” que recoja el espíritu del 15-M. No vendrá de hacer manifestaciones y pasear las pancartas y las banderas. No vendrá recogiendo firmas para presentar al Parlamento. No vendrá consiguiendo más cuotas de participación ciudadana en las instituciones. No vendrá quitando al Rey y poniendo a un Presidente. Porque, como decía el gran Emiliano Zapata, “es el trono el que está embrujado”.
Hay que destruir el poder. El que no lo vea o está ciego o hipnotizado por el mundo multicolor que el sistema ha creado para desorientar a las masas. La alternativa es la Revolución Social, la destrucción del sistema capitalista y del Estado y la construcción de una nueva sociedad basada en el apoyo mutuo, el federalismo, la acción directa, la solidaridad, la autogestión y la autoorganización de la sociedad desde planteamientos horizontales, igualitarios y libres. La alternativa se llama Anarquía.
Llegar a ella no es tarea fácil porque requiere de una sociedad muy evolucionada y con un elevado espíritu crítico. Pero podemos empezar apagando la televisión, ocupando las fábricas y los pisos vacíos, convocando la huelga general indefinida y revolucionaria, haciendo el boicot, saboteando a aquellos que nos explotan y nos condenan a la miseria, destruyendo las instituciones y creando asociaciones libres de productores y consumidores. Hay un mundo nuevo esperándonos.
¡Viva el Primero de Mayo!
¡Viva la Revolución Social!
¡Viva la Anarquía!
Grupo Anarquista Higinio Carrocera