28/8/13

Anarquismo y lucha anti-alcohólica en la guerra civil española.

Actitudes contra el alcohol durante la Guerra Civil

Durante la Guerra Civil Española, en la línea del frente de Huesca, las Juventudes Libertarias de Barbastro cuelgan una serie de carteles con el siguiente texto:

“EL BAR: anquilosa, es el vivero de la chulería, CERRÉMOSLE.
LA TABERNA, atrofia y degenera el espíritu combativo, CERRÉMOSLA.
EL BAILE, es la antesala del prostíbulo, matando las energías del joven luchador, CERRÉMOSLE.
CINES Y TEATROS, una misión: labor antifascista: de lo contrario, CERRÉMOSLO. Todo ser que frecuente estos lugares es merecedor del desprecio" ¡ABAJO EL PARASITISMO!”.

Analizando la prensa anarquista del momento, observamos críticas similares a los centros de diversión, “a la situación cafeteril, la obsesión por el bar y la gramola”. Bares, cafés y cabarets son percibidos como lugares defendidos y apoyados por el capitalismo, donde el vicio, “de origen y promoción puramente fascista y clerical, hace desgastar las energías de los luchadores y provoca escándalo entre aquellos que quieren ganar la guerra y hacerla revolucionaria”. Incluso se producen incidentes violentos, como diversos ataques de milicianos a cafés y tabernas en Lérida, donde “pusieron las mesas patas arriba, y por poco no hicieron lo mismo con sus pacíficos concurrentes”. Estos ejemplos muestran la importancia que para los anarquistas tiene en esos momentos la lucha contra el alcohol y contra los centros públicos de diversión.
Una primera y simplificada explicación a este hecho se centra en la importancia que en todo conflicto tiene la retaguardia, que ha de ser vista como un ejemplo moralizante. En general, se solicita una templanza que sea modelo para el frente y muestra de solidaridad con los combatientes, por lo que son frecuentes las críticas a las actitudes frívolas que en ella se producen: en la zona republicana encontramos varios ejemplos, alguno tan temprano como el de Milicia Popular, que ya en octubre de 1936 exige que “se ha de acabar con la vergüenza que ofrecen las terrazas e interiores de los cafés, atiborrados siempre de elegantes estrategas que, entre sorbo y sorbo de cerveza, opinan sobre la marcha de las operaciones y comentan despectivamente las medidas que el gobierno adopta” .
El diario ABC denuncia los incidentes que se producen en los cafés de Madrid, como al que hace referencia en un artículo titulado “Falsoscombatientes y falsos señoritos”, de febrero de 1937: unos individuos, que se presentan como combatientes, intentan detener a los soldados que descansan en algunos bares y cafés, acusándoles de traidores emboscados y de señoritos. Incluso el diario difunde algunos lemas como “el verdadero miliciano no toma café con ametralladora”  o “el verdadero miliciano no se hace el héroe en la calle de Alcalá”.
En marzo de 1937, la campaña Pro Ejército Popular lanzada en Tarragona tiene, entre sus principales objetivos, estructurar la vida de retaguardia “a fin de terminar con la despreocupación y alegría en que se vive y hace vivir la guerra; misión suya sería también la de cerrar los cabarets y espectáculos que no tengan como fin un objetivo para la guerra, así como prohibir los bailes de los domingos” .
Valencia, la nueva capital republicana, es vista desde la sitiada Madrid como un ejemplo escandaloso a no seguir en tiempos tan difíciles. El ABC recoge un artículo de Fragua Social de Valencia, con el elocuente título de “Pero, ¿esto es una verbena?”, donde se dice lo siguiente: “Si esto no es una verbena, se le parece mucho. Creemos que ha llegado el momento de tomar en serio estos problemas de la frivolidad. Da grima contemplar Valencia. Por doquier canciones, música de radio, bullicio, alegría desbocada, palabras sin sentido, desenfado, euforia… y la guerra no se ha ganado todavía, ni se hallan lejos los frentes, ni está despejado el horizonte por completo… Esto ¿Qué es? ¿Vivimos en un país de locos o se nos quiere volver locos a los demás? Imitemos el ejemplo de Madrid y sirva de modelo la moral de su retaguardia. Pesimismo, no; pero inconsciencia, tampoco; la guerra lo exige”. Y parece ser que esta animación tanto de día como de noche era algo que sorprendía a los que llegaban por primera vez a la capital levantina: “los cabarets estaban abarrotados, desde que se abrían a primera hora de la tarde, hasta que cerraban mucho después de la medianoche”, afirma un diplomático británico.

Anarquismo y alcohol

El anarquismo va más allá, como lo demuestra el hecho de que la lucha contra el alcohol sea un elemento transversal a esta ideología, ya desde sus inicios. Las bebidas alcohólicas son presentadas desde los primeros textos fundadores como un siniestro veneno, que losBorgias capitalistas destinan a mantener embotadas, lejos de la revolución, las voluntades de los trabajadores: “estupefactado por el tóxico, no siente el peso de sus cadenas y la degradación de la esclavitud”, afirma un tratado antialcohólico con el elocuente título de “El veneno maldito” [14]. “Trabajadores, ¡no bebáis! ¡Cuántos obreros, pésimos padres de familia y peores maridos, olvidando los más sagrados deberes, derrochan la mitad o un tercio del ya escaso jornal que perciben, en libaciones alcohólicas, en la taberna, en el juego, dejando los hijos y la mujer sin pan, forzados al ayuno y víctimas de todas las tribulaciones de la vida!”, proclama igualmente una conocida publicación anarquista.
El alcohol es visto como una terrible arma del enemigo que hay que combatir, porque “a mayor núcleo de bebedores, mayores ventajas de sometimiento, ya que poco a poco la bebida quita la energía, la salud, la nobleza y el entendimiento y, lo que es peor, el sentido de la dignidad” . Producto y sostén del régimen capitalista, el alcoholismo no desaparecerá más que con él. El efecto no cesará mientras persista la causa. Incluso, el alcohol es visto como un temible competidor de la propia ideología revolucionaria: según Bakunin, los peligros del alcohol podían hacer fracasar la revolución al ver los trabajadores en su consumo una salida errónea a su denigrante situación y una manera fácil de escapar de las miserias del capitalismo. “Para escapar de su situación (refiriéndose al pueblo) hay tres métodos, dos quiméricos y uno real. Los primeros dos son la taberna y la iglesia, libertinaje del cuerpo o libertinaje de la mente; el tercero es la revolución social” 
El rechazo de algunos valores considerados degradantes y la visión utópica de una nueva sociedad han hecho que algunos historiadores hayan visto en el movimiento anarquista español un carácter primitivo o milenarista. Así, se habla de “puritanos austeros que impulsaban imponer el vegetarianismo, la abstinencia sexual y el antialcoholismo a uno de los campesinados más atrasados de Europa” .
Esta visión ha de ser rebatida ya que, en contra de lo que afirman algunos textos sobre el celo de los anarquistas, la mayoría de los dirigentes locales y asistentes a los ateneos y sindicatos creen en la moderación, no en la abstinencia. El obrero consciente, el anarquista dedicado que simbolizaba el espíritu y el conocimiento necesarios para crear la nueva humanidad, evita el juego de cartas en el bar, no va a burdeles, no acude a misa ni bautiza a sus hijos, y bebe con moderación.
José Monroy, dirigente de Casas Viejas, defiende que uno puede beber un poco, pero no demasiado, para no emborracharse. La embriaguez es mal vista por los anarquistas, y esta postura ha sido considerada por algunos historiadores como la causa de que, en comparación con el caso inglés, el alcoholismo sea un problema menor en el proceso de industrialización español .
Debemos hacer mención también a la interesante relación que se establece en los años veinte y treinta del siglo XX entre anarquismo y naturismo. El naturismo -tanto lo que se refiere a aspectos alimentarios y de medicina natural como de contacto con la naturaleza- tendrá una influencia muy importante en muchos pensadores anarquistas, tal como queda reflejado en revistas comoHelios o Iniciales. En ese contexto, el rechazo al alcohol y al tabaco se hacen evidentes: “El obrero que ha de respirar en el trabajo atmósferas malsanas… mal puede naturalizar su vida y sus costumbres. Más, a pesar de todo le es dable evitar múltiples influencias nocivas a su salud, como el alcohol, el tabaco, la taberna, desaseo, y practicar otras beneficiosas, como la salida al campo en busca de sol y de aire puro, escoger entre los despojos alimentarios los menos perjudiciales”. O este otro, dirigido a los jóvenes para fomentar entre ellos el nudismo: “Ponte en contacto directo con la naturaleza en aquellos momentos que la lucha por el pan te dejen libre… Huye de bares y cafés; aparta de ti el tabaco y el alcohol, que te embrutecen y enferman” . De acuerdo con el discurso eugenista dominante en aquel momento, hay que propiciar los factores eugénicos que potencian la condición física e intelectual de los individuos (actividad física, buena alimentación) y neutralizar los disgénicos: el alcohol, el tabaco, las enfermedades venéreas y, sobre todo, destruir su causa primera: la miseria.

Anarquismo y lucha antialcohólica en la Guerra Civil Española

Los acontecimientos del verano del 36 marcan un determinante punto de inflexión en el movimiento anarquista español: la lucha contra los sublevados, la tan esperada llegada de la Revolución y el dilema de la colaboración con el resto de fuerzas obreras y con las instituciones republicanas son los ejes básicos del anarquismo español durante la Guerra. En la tarea combinada de hundimiento del mundo existente y de construcción de uno nuevo, la lucha contra el alcohol ocupa asimismo un papel esencial.
En su lucha contra los vicios del mundo capitalista, los anarcosindicalistas defienden un saneamiento de bares, tabernas y salas de fiesta. El 13 de febrero de 1937 se cierran los dos cabarets que funcionan en Tarragona y se condiciona su apertura al hecho de que ofrezcan “un espectáculo decente”, esto es, “un espectáculo socializado de varietés, comedia etc., completamente artístico, moral y con taquilla, excluyendo lo obsceno y de vicio que consistía en alternar oculta o abiertamente con las personas de distinto sexo, con los consiguientes abusos de bebidas y alcoholes que embrutecen y degradan al hombre” .
En la localidad vecina de Reus, el Sindicato Único de Espectáculos Públicos consigue la reapertura del local Edén Concert a condición de que se realicen mejoras en la higiene del local y la prohibición de servir consumiciones de cualquier tipo. Proponen por otra parte fomentar una campaña antialcohólica por parte de los sindicatos de sanidad anarquistas con conferencias y charlas y, asimismo, defienden como alternativa a la prostitución, a los bares y cabarets, la asistencia a centros culturales, bibliotecas, centros instructivos juveniles, ateneos, centros racionalistas y sindicatos de la CNT, buscando al mismo tiempo sanas opciones para los músicos y las prostitutas. Unas alternativas que han de considerarse como poco exitosas, dada la cantidad de textos donde se critica “las conductas ávidas de diversión, el derroche de vida en los cafés... mientras mueren los soldados en el frente de batalla”.
Desde la perspectiva anarquista se aprecia en estos tiempos de guerra una visión diferente a la tradicional sobre el problema del alcohol y el alcoholismo. El alcohólico ya no es un enfermo, víctima de la explotación capitalista; ahora es un traidor a la Revolución: “En estos momentos de inquietudes supremas, no debe tolerarse las borracheras. El borracho es un ser despreciable que hay que aniquilar -afirma el semanario Agitación-. El que se emborracha en estos momentos deja de ser un camarada para convertirse en un enemigo” . “Un borracho es un parásito. ¡Eliminémosle!”, exige un cartel del Departamento de Orden Público de Aragón.
Los incidentes causados por borrachos en Madrid y Barcelona son frecuentes, y los castigos, para los anarquistas, necesarios. Es el caso de un empleado de la Cooperativa de Trabajadores de Pescados al por mayor, de Madrid, que tras presentarse borracho al trabajo es suspendido de paga por un mes. Un importante dirigente sindicalista es también denunciado por otros compañeros por ser visto frecuentemente embriagado por las calles de Valencia, y así ve frenado su ascenso a la Vicesecretaría del Comité Nacional de Tabacos “por sus errores y defectos perjudiciales para la causa libertaria” .
Un ejemplo del interés anarquista por la búsqueda de alternativas adecuadas a la producción de vino, esencial para la economía de muchas regiones españolas, es el fomento de productos no alcohólicos, como el mostillo, muy limitado no obstante por la carencia tan evidente de harina. Otro ejemplo es la creación en el año 1938 por parte de la Federación Regional de Campesinos y Alimentación del Centro del llamado biol-uva, el “no pasarán de la anemia”, una salida a la uva distinta a la de hacer vino, y que “proporciona a la España leal un alimento sano y nutritivo”. En un folleto promocional alaban las cualidades del producto, un mosto de uva concentrado, fabricado en Manzanares, y que, además de solucionar los problemas de abastecimiento, solucionaría la crisis vitivinícola, mejoraría la salud, se podría exportar y, finalmente, combatiría el alcoholismo por medios indirectos, los más eficaces: “con un litro de mosto concentrado puede cenar una familia de seis personas con algo de pan. Con el equivalente en vino (tres litros) no sólo no cena nadie, sino que, al no tener otra cosa, saldrían todos borrachos”. Los inconvenientes, no obstante, resultan numerosos: ni la calidad (pésimo sabor a arrope), ni la cantidad de producción son las adecuadas, e incluso la delegación de abastos del Ayuntamiento de Madrid paraliza durante mucho tiempo su distribución en la capital por considerarlo como un vino-mistela o bebida comparable a cualquier otra alcohólica .
Una de las áreas donde el anarquismo se mantiene más activo durante la contienda, convirtiéndolo en uno de sus más importantes medios de propaganda para su ideología y su visión de la nueva sociedad, es el cine. La producción y distribución cinematográfica de la República está inicialmente en manos de la CNT-FAI gracias a la fuerza de su rama de espectáculos: el Sindicato Único de Espectáculos Públicos, mayoritario en el sector.
La importancia del cine y su utilidad pedagógica es resaltada por distintos líderes anarquistas como Josep Alomá, conseller de Cultura del Ayuntamiento de Tarragona, quien considera que se debe programar un cine con títulos de “tendencia social” que sirviesen “a la obra constructiva revolucionaria”, rechazando por tanto las películas de finalidad puramente comercial” .
Coincidente en sus planteamientos, la productora anarquista SIE Films decide realizar una serie de “películas educativas” dedicadas a la “higienización de las costumbres”, esto es, la presentación de la lucha entre los obreros virtuosos y el capital, secuestrador de las conciencias y remunerador de vicios y virtudes, “que ha condenado a muchos al alcoholismo, al hospital, al presidio o a la prostitución de sus compañeras” . De entre los largometrajes destacamos “Barrios bajos”, de Pedro Puche (1937), ambientado en un lugar tan denostado por los anarquistas como los bajos fondos, y donde se intentan reflejar “las dramáticas pugnas entre productos de relajación y seres que no se contaminan de las impurezas del medio” . Esta película incorpora referencias abiertas al consumo y tráfico de cocaína por primera vez en el cine español.
En la relación de títulos producidos por SIE Films también hay referencias a una serie de cintas cortas, de unos veinte minutos de duración y consideradas como películas de complemento, que desgraciadamente se han perdido en su mayoría, pero que reflejan sin duda la visión anarquista sobre los vicios de origen capitalista. Su objetivo es remover la conciencia del público sobre estos temas. Así, “Prostitución”, según el melodrama de Luís Fernández Ardavín y dirigido por V. Catalán, se presenta como “una firmísima y bien fundada diatriba contra la lacra social que da nombre a la producción”. Por su parte, “Como fieras”, también de V. Catalán, es “una viva y acerada crítica contra el alcoholismo, poniendo de relieve los estragos de tan funesto vicio, tanto en el organismo individual como social”. “La última”, de Pedro Puche, es un “apunte jocoso-serio”, según reza un rótulo a su inicio, que se dedica también al mismo problema que la anterior. Estas dos últimas películas no llegan a estrenarse ya que se estima que su realización es pésima y su oportunidad ideológica discutible.
Junto al cine, también el cartelismo -fundamental en una sociedad con un grado de analfabetismo tan elevado- es fomentado como medio de instrucción y de propaganda. Un ejemplo es un cartel, editado por el Sindicato de las Industrias Agrícolas, Pesca y Alimentación de CNT-FAI, donde se presenta a un adormilado fumando, abrazando una botella, y con un vaso de vino y unas cartas de baraja en primer plano. El texto acompañante es elocuente: “¡Obrero! El vicio te conducirá a la desesperación y la locura. EVITALO”.
Del paso de la CNT por el gobierno republicano quedan pocas huellas. Su breve participación (entre noviembre de 1936 y mayo de 1937) y la difícil situación de la República hacen que sea más significativo el hecho mismo de esa participación de anarquistas en un gobierno que su actividad real [50]. En todo caso, resaltamos la importancia de la figura de Federica Montseny, ministra del nuevo Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, constituido el 4 de noviembre de 1936 con retazos de Trabajo y Gobernación. Además de por abordar el ingente problema de los refugiados, Montseny destaca por su política sanitaria orientada hacia la medicina preventiva. Se considera que la asistencia médica socializada y las medidas sanitarias preventivas deben ser las nuevas claves de desarrollo, con vistas a ofrecer una higiene global y una respuesta social a las necesidades sanitarias de la población. Como la misma Montseny afirma en un discurso celebrado en el Teatro Apolo de Valencia el 6 de junio de 1937, “en Sanidad procuré, como política sanitaria, prevenir las enfermedades para no tener que curarlas, localizar el foco infeccioso para no tener que curar las epidemias, estar siempre atenta para que los casos, ensanchándose, no constituyan un problema”. También proclama su frustrado deseo de haber luchado contra aquellos males fruto de las desigualdades sociales y económicas, como la prostitución. La lucha contra el alcoholismo, evidentemente, hubiera estado incluida en esa estrategia.

CONSIDERACIONES FINALES

A pesar de todos los esfuerzos citados anteriormente, podemos afirmar que la mayor parte de estas medidas no consiguieron sus objetivos. Entre las causas que nos permiten explicar este fracaso, destacamos las siguientes:

1. El contexto político de la Guerra Civil no es en absoluto el más adecuado. Las prioritarias necesidades bélicas y las luchas políticas internas en la zona republicana, que culminan en los Sucesos de Mayo de 1937, marcan la derrota de las tesis revolucionarias anarquistas y limitan su peso político y sus posibilidades de acción. A esto hay que sumar las dificultades internas de los grupos anarquistas, con una afiliación en masa al inicio de la guerra de personas poco concienciadas, que desdibujan el compromiso personal de sus afiliados. Como ejemplo ilustrativo -en este caso referido al tabaco-, podemos citar la indignación de un antiguo militante de la CNT que, al volver del frente, observa que sus compañeros de retaguardia se dedican a especular con cigarrillos, un bien muy preciado y disputado.

2. Por otra parte, la derrota de los insurgentes en buena parte de España y el papel de las milicias armadas de las organizaciones sindicales, que controlan al inicio gran parte del poder en la zona republicana, hacen que las incautaciones y las colectivizaciones de tierras (entre ellas las vitivinícolas) y negocios (entre éstos los del ramo de la hostelería) sean muy numerosas. Esto implica, lógicamente, que existiera una preocupación económica para conseguir rentabilizar las explotaciones, y eso no resulta suficiente en absoluto, como hemos visto, con productos no alcohólicos derivados de la uva. La ya citada Federación Regional de Campesinos y Alimentación del Centro trataría de solucionar la crisis vitivinícola -previa a la guerra- mediante la mejora de la calidad de los caldos y el fomento de la producción de vinos generosos y licores, potenciando incluso la fábrica de anís establecida en Madrid y propiedad de la propia CNT, a pesar de las muchas dificultades (imposibilidad de adquirir calderas, carencia de anetol -esencia de anís-, etc.). También, a pesar de las dificultades de transporte, trata de hacer llegar a la capital grandes cantidades de vino para venderlas en las bodegas y tiendas colectivizadas, inactivas por carecer de tan preciado producto. De hecho, entre el 30 de octubre y el 26 de diciembre de 1937 sólo pueden llevarse a Madrid unos 250.000 litros, cantidad insignificante, habida cuenta de la demanda existente, y el problema se acentuaría durante todo el año 1938 [53]. Esto provoca algunos problemas de conciencia entre los afiliados: un articulista concienciado de la publicación ilerdense Acracia se indigna porque los comerciantes se han atrevido a trivializar los iconos revolucionarios para vender sus productos: “Anís El miliciano, Papel de fumar CNT,Precios antifascistas, Café 19 de julio, he aquí la nueva terminología del comercio… En un bar de los que llevan aval de control obrero, y se consume mucho coñac, leemos este cartel: compañero, este establecimiento te pertenece; engrandécelo” .

3. Y, finalmente, hemos de señalar un tercer aspecto esencial: la consideración social del alcohol es, en estos momentos, tremendamente positiva. Además de la propia situación de guerra, ya de por sí causante de procesos emocionales que pueden abocar al alcoholismo, hay un factor que refuerza su valor social: los mitos erróneos vinculados a la bebida y que, en cierto modo, todavía siguen vigentes en nuestros días. El alcohol es visto como un alimento básico, un reconstituyente, un euforizante, un analgésico, un buen remedio contra el frío o, simplemente, una sustancia que permite evadirse de tan despiadada realidad. Un último caso puede servirnos de ejemplo y, quizás, de conclusión: frente al intento de intervención, ya al final de la guerra, de todas las flemas y alcoholes procedentes de residuos de vinificación por parte de la Subsecretaría de Armamento de la República para cubrir las necesidades bélicas, la Federación campesina anarquista responde que, si se aceptara, se habría de paralizar su producción de aguardientes y licores, y que “es cierto que no son considerados artículos de primera necesidad pero, en las actuales circunstancias y dado el esfuerzo que es preciso exigir a los trabajadores y combatientes, a veces no alimentados tan perfectamente como fuera de desear, casi deben alcanzar tal consideración”.

http://www.memorialibertaria.org/valladolid/IMG/pdf/ANARQUISMO_Y_LUCHA_ANTIALCOHOLICA_EN_LA_GUERRA_CIVIL_ESPANOLA.pdf

Autores:
Mariano Lázaro Arbués 1, Manuel Cortés Blanco 2
(1) Licenciado en Geografía e Historia. Profesor de Geografía e Historia.
IES Salvador Vilaseca. Reus (Tarragona).
(2) Doctor en Medicina. Servicio de Medicina Preventiva.
Hospital General de la Defensa, Zaragoza.